El ritmo contagiante del merengue se apaga a la medianoche del jueves 1 de julio. Las luces tenues se extinguen. Los más de 50 farreros, en su mayoría extranjeros, que se divertían en las discotecas La Panga y Bongo buscan la calle escapando de la penumbra de aquellos sitios y sobreponiéndose al desconcierto, al desánimo, por el abrupto aviso de que deben a salir de esos locales ubicados en el centro de este puerto, el más poblado y con mayor actividad turística de Galápagos.

Turistas nacionales, visitantes extranjeros y colonos terminan sus cervezas en la vía principal, la Charles Darwin. Algunos buscan sus hoteles, pero quienes desean seguir la diversión lanzan alternativas. “Party in my home”, propone a sus amigos, entre ellos jóvenes estadounidenses, un ecuatoriano de 25 años, hijo de un empresario de Puerto Ayora.

“Fiesta...; ¿dónde?”, pregunta un extranjero con un español forzado. No tardan en parar dos camionetas blancas, los taxis en la isla, que luego desaparecen con doce trasnochadores. Los siguen dos más en bicicletas.

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Patricio Núñez, administrador de La Panga, se siente perjudicado por la restricción a la venta de bebidas alcohólicas que dispuso el Gobierno el 15 de junio pasado, pues le obliga a cerrar su negocio justo a la medianoche. “Cómo voy a seguir abierto, gastando energía, sin la posibilidad de vender”, dice.

Al igual que en todo el país, en Galápagos los locales de diversión solo pueden comercializar licores hasta la medianoche, de lunes a jueves; viernes y sábado hasta las 02:00 y el domingo totalmente prohibido para los bares. Solo se permite la venta en restaurantes, de 08:00 a 16:00, de cerveza, vino y chicha.

Núñez sostiene que antes de la medida su negocio generaba una recaudación de $ 2.500 por fin de semana, pero ahora la cifra se estancó en $ 1.100.

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Ricardo García, propietario de la discoteca Limón y Café, a pocos metros de La Panga, mide sus pérdidas en botellas de cerveza. “Vendía 20 jabas. Ahora 4 a lo mucho entre semana”, expresa. Una cerveza, en locales nocturnos, cuesta $ 2,50, más del doble de lo que vale en el continente.

El Estado, como alternativa contra la delincuencia, impuso esos horarios de venta de alcohol. Ana Belén Cordero, visitante quiteña, continúa a su hotel junto con dos amigos, aquella noche de jueves. En medio de la calle desolada y oscura, cree que la medida debe flexibilizarse en esa zona turística.

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“Galápagos es tranquilo, es un punto donde el turismo viene a distraerse, aquí no hay sicariato, no debería perjudicarse al turismo así”, comenta sobre la situación de Santa Cruz.

El efecto de la medida se nota también en cibers, que cierran sus puertas antes de la medianoche, con lo que a esa hora terminan las actividades en este puerto de más de 18 mil habitantes. El Municipio local da cuenta que hay más de 24 hoteles, 41 restaurantes, 7 cafeterías, 6 discotecas y 6 bares.

Óscar Aguirre, presidente de la Cámara Provincial de Turismo de Galápagos (Capturgal), refiere que la entidad ha pedido a la Gobernación que interceda por el gremio ante el Gobierno para que se dé un trato especial a la isla, “que vive exclusivamente del turismo”.

El dirigente no da cifras sobre la afectación económica pero aseguró que es importante y que se está cuantificando.

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Gloria Velásquez, dueña de la discoteca Tequila Dance, dice que los fines de semana dejó de percibir $ 500 y eso la obligó a despedir a dos empleados, de cuatro. “En mi negocio entran 100 personas, pero ahora vienen 55; y ya no abro entre semanas, por eso de que se tiene que cerrar a la doce”, lamenta.

Los locales nocturnos están de bajada con la prohibición, se limita a decir Juan Carlos Cadena, empleado del bar Mi Oficina, que solo abre los viernes y sábados porque “ahí se puede atender hasta más tarde”.

Respecto a los restaurantes, Susana Schiess, propietaria de La Garrapata, ubicada en la Charles Darwin, comenta lo incómodo que resulta negarle una bebida con alcohol a un visitante extranjero los días domingos luego de las 16:00. “Es parte de la cultura de ellos acompañar con vino las comidas, o con cerveza, pero tener que decirles: ‘no le puedo vender’, es como descortés”, dice.

Schiess no abre su local el domingo por las bajas ventas, dice, pero planea hacerlo a partir del 11 de julio con la llegada de una delegación foránea. Ahí verá el real impacto de la medida.

En la cafetería Hernán, su dueña, Ana Villacís, afirma que los extranjeros que andan en cruceros prefieren quedarse en la embarcación porque ahí tienen la libertad de servirse una bebida con alcohol. “Eso será para ustedes, pero nosotros estamos de paso”, dice evocando el comentario de un extranjero al hablarle de la restricción.

Pero la Policía de Santa Cruz sostiene que la restricción a la venta de licor hizo que disminuyan las contravenciones relacionadas a escándalos en la vía pública y conflictos maritales.

“Antes de la prohibición deteníamos entre 12 y 15 contraventores los fines de semana, ahora solo 3”, comenta Mario Escobar, oficial de la entidad, quien remarca que la medida evita que personas en estado de embriaguez se conviertan en potenciales víctimas de la delincuencia.

“Tampoco el ladrón sale porque no hay nadie en la calle”, comenta el uniformado.

Detalles: Cantón
Geografía
La superficie de Santa Cruz alcanza 98.555 ha. Tiene playas y bahías con tortugas, lobos y aves marinas.

Clima
La estación seca y de garúa es de junio a diciembre, con vientos desde el sur y temperaturas entre 18° y 20ºC. La caliente y lluviosa es de enero a mayo, con vientos desde el norte, días muy soleados con cortas y fuertes precipitaciones. Temperatura varía entre 24° y 29°C.