Es un tema importante que debemos seguir discutiendo. Fundamentalmente porque hay seres humanos y comunidades originarias cuya vida está en juego (solo eso ya es un tema en sí mismo). No solo porque esta propuesta nos posiciona a nivel mundial, y sin duda es importante para los países posicionarse (igual que para las personas y empresas). Pero además porque hay un trasfondo económico importante.
 
1) Se ha valorado en 7.000 millones de dólares lo que el país podría recibir como ganancia del campo ITT (no ingreso, ganancia). Para dejar el crudo en tierra en lugar de explotarlo, pediríamos a los países desarrollados una contribución de 3.500 millones de dólares y nosotros aportaríamos la otra mitad (eso es la corresponsabilidad que cada uno asume con el planeta...
¿no es demasiado el aporte ecuatoriano?) ¿Por qué todos aportan? Porque el mundo está avanzando hacia un concepto económico básico: ponerle un precio a la contaminación, porque al valorarlo los diversos agentes involucrados (privados o públicos) van a tomar las decisiones adecuadas en función del objetivo global: contaminar menos. Y esto se está logrando a través de dos métodos. Mecanismos de mercado como los bonos de carbono en que negocian “directamente” un contaminador (generalmente del Norte) y un descontaminador (del Sur), por ejemplo un empresario europeo con una comunidad forestal en Centroamérica, a través de lo cual el primero le paga al segundo (como resultado de una valoración negociada) para desarrollar el proyecto forestal que compensa su cuota de contaminación. Y mecanismos de negociación más global y política en el que se establece algún sistema de compensación. El Yasuní entra en este segundo grupo con un triple objetivo: mantener en vida un parque que es pulmón de la humanidad, valorar su biodiversidad y alejar al país (y al mundo) del uso excesivo de fuentes energéticas no renovables. La diferencia entre los mecanismos del segundo grupo frente al primero es que no existe una valoración de mercado, sino que los gobiernos fijan ese valor. Esa es la gran debilidad de la propuesta Yasuní. ¿Por qué valorar en 7.000 millones? ¿Por qué no más? ¿Quién dice que la descontaminación del mundo y la biodiversidad valen exactamente la ganancia que generaría el petróleo?

¿Quién dice que el “valor” del Yasuní es de aproximadamente 7.000 dólares por hectárea? Aunque imperfectos, los mecanismos de mercado valoran mejor que los gobiernos. En todo caso, fuera de ese aspecto muy importante por cierto, Yasuní va en la dirección correcta … tan correcta que incluso si no existiera la compensación internacional, el Ecuador probablemente debería dejar el crudo bajo tierra.

2) Al retirar oferta de crudo del mercado (el Yasuní es mundialmente poco, pero si la propuesta se amplia a otras zonas y países pueden adquirir una dimensión importante) lo que vamos a ver es un incremento del precio del petróleo en el mundo, lo que también va a mandar la señal correcta: debemos desarrollar otras tecnologías menos contaminantes y menos dependientes en recursos no renovables.

Hay que ir ampliando esta iniciativa y mejorarla…