A principios de la década de los ochenta, decenas de jóvenes mujeres comenzaron a desaparecer, todas fueron halladas muertas y sus cadáveres presentaban señales de haber sido asesinadas.

Carlos Barcos Velásquez, en ese entonces director y médico legista del Instituto de Ciencias Forenses de la Universidad de Guayaquil (hoy Morgue de Tránsito), fundado en 1980, fue quien determinó –en 1985– mediante un estudio de los restos de las primeras víctimas que todas fueron ejecutadas por la misma persona.

Se trataba de Daniel Camargo Barbosa, un psicópata de nacionalidad colombiana que en 1986 fue detenido en Quito por la  violar  y asesinar a 71 mujeres, los hechos ocurrieron   en Guayaquil, Nobol, El Oro y otras ciudades del país.

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El estrangulamiento y los golpes en la misma parte del cuerpo (brazos) avalaban la hipótesis de Barcos. En este trabajo compartió créditos con Héctor Soto, antropólogo forense cubano, quien llegó a Ecuador por pedido del entonces presidente,  León Febres-Cordero.

Mauricio Barcos, hijo del forense recientemente fallecido y quien acompañaba a su padre en su trabajo, recuerda que una de las técnicas que él utilizó para identificar a las víctimas fue la superposición de imágenes.

“Tomaba una foto de la persona desaparecida y luego hacía una superposición para ver si coincidía con los puntos craneométricos (que definen las facciones)”, explica.

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De los 71 casos se reconocieron a más de 67 personas, 46 de los cadáveres fueron retirados por las familias, pero otras aún están en el Instituto de Ciencias Forenses. “Algunos padres jamás aceptaron que los restos hallados pertenecían a sus hijas”, asegura Barcos.

Por este trabajo, Barcos fue condecorado en 1988 por el Colegio de Médicos del Guayas y La Asociación de Padres de Niños y Jóvenes Desaparecidos 25 de Diciembre, por reconocer a menores extraviados.

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Otro caso que causó conmoción social y que le correspondió tratar a Barcos ocurrió en 1989. Era sábado y un grupo de estudiantes de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte asistió al Instituto de Ciencias Forenses para su clase de medicina legal.
“Ese día llegó el cadáver de una mujer hermosa”, reseña, y como su padre acostumbraba a barajar diferentes hipótesis entre los presentes se pensó que   había sido víctima de un crimen pasional.

Uno de los estudiantes comienza a estudiar el cadáver, se observa un surco a la altura del cuello, el cual es propio de un estrangulamiento; hay un busto pronunciado con silicona, era el segundo caso que se veía en ese año; una semana antes vieron la prótesis de una mujer de 74 años.

La evaluación continua mientras Barcos explica a la clase sobre la asfixia y el médico que realiza la autopsia coloca una cánula para extraer fluidos  del órgano reproductor femenino y se lleva la sorpresa de que la cavidad (vagina) no tenía fondo. “Inmediatamente se llegó a la conclusión de que era un transexual”, refiere.

Es así como se llegó a Wendy (Luis Alberto Calle), uno de los primeros casos de transexualidad (operación de cambio de sexo) que se conoció en el Ecuador.

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Manuel Barcos, quien también es médico legista, dice que este caso sorprendió a su padre porque en realidad parecía una mujer. “Tenía manos y cuerpo muy cuidados”.

A partir de ese año comenzaron a llegar cadáveres con cambios estéticos.
Carlos Barcos Velásquez también realizó los primeros informes forenses de  casos  de “mulas” de la droga, y de Roberto Castro Sánchez, alias Patucho Rigoberto, uno de los delincuentes más buscados por la Policía, quien fue asesinado el 19 de octubre de 1990.

De esta autopsia, Barcos menciona que Castro usaba uno de sus zapatos con el taco más alto para compensar una deformidad. “Al parecer una de sus rodillas se encogió por una herida”. Dice que su padre no  guardaba evidencias para sí por la negativa de su esposa.

Además de ser un perito en su rama, Barcos se especializó en toxicología forense en México y era un experto en armas.

Sobre los peritajes toxicológicos que realizó, cita el caso de una madre que murió junto con sus dos hijos. Al principio los médicos estaban despistados sobre las causas de las muertes, pero Barcos –que siempre estaba un paso más adelante– llegó y olió el biberón de los menores que contenía colada y exclamó: “este es el asesino”.

En ese momento solicitó un examen toxicológico del contenido del recipiente y, efectivamente, en el resultado se revelaron restos de insecticida.

Barcos también realizó tres momificaciones. Una fue la de un adolescente de 14 años, otra de un hombre de 60 y la última fue la de una niña de 12 años.
Por este trabajo obtuvo  en el 2006 y 2007 un reconocimiento en la casa abierta de la Facultad de Jurisprudencia  de la Universidad de Guayaquil, por la técnica de embalsamamiento.

El Instituto de Ciencias Forenses fue dirigido durante 29 años por Carlos Barcos Velásquez y hoy su hijo está al frente. Allí, en sus primeros años, creó un centro pionero en investigación y docencia de la medicina forense y legal.

Mauricio Barcos
Hijo del Médico legista
“Mi padre decía que Daniel Camargo (violador) era  una persona con mucha agilidad, sabía exactamente dónde enterró a cada una de sus víctimas”.

María Rivera
Secretaria del Forense
“(Carlos  Barcos) era un médico dedicado a su trabajo. Realizó dos momificaciones con cadáveres que nunca fueron retirados por sus familiares”.