Sobre un cielo azul intenso, los manglares, con su variedad de tonalidades verdosas, se estiran  con sus raíces entretejidas como tela de araña, copadas de ostiones y mejillones incrustados. El silencio del lugar es solo interrumpido por la sinfonía de trinos y chillidos de  garzas, patos, pelícanos, fragatas y pájaros. “Escuche la música de los manglares”, expresa Jacqueline Zambrano, miembro del Club Ecológico del lugar. Y, entonces,  el ambiente se llena de melodías naturales.

La quietud  permite captar el sonido del caer de las hojas sobre el agua y el soplar de la brisa veraniega. “Es la voz del manglar”, dice la joven,  de 31 años, mientras hunde con suavidad el remo sobre el agua del brazo de mar que se extiende a lo largo del sector de Puerto Hondo, un área que ella;  su esposo, Rafael Ángel, y sus  hijos de 15 y 14 años decidieron  proteger junto con otros jóvenes del sector agrupados  en el  Club Ecológico, creado en 1995.

Unas dos mil hectáreas, que pertenecen a la reserva faunística Manglares del Salado, ubicada entre los kilómetros 15 y 20 de la vía a la costa, fueron declaradas Bosque Protector Manglares de Puerto Hondo en julio de 1987.

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A lo largo de esos cinco  kilómetros se extienden  las especies de mangle rojo (Rhizophora mangle), mangle blanco (Laguncularia racemosa), mangle negro (Avicennia germinans) y mangle jelí o mangle botón (Conocarpus erectus).  Además de plantas  como musgos, líquenes, helechos, bromelias y orquídeas, y   otras   especies de árboles y arbustos.

En ese entorno existen unas 115 clases de aves residentes como el pelícano (Pelecanus occidentales), cormorán (Phalacrocórax brasilianus), fragata (Fregata magnificens), garceta nívea (Egretta thula) o martín pescador (Megaceryle T. torquita), además de otras migratorias y endémicas.

También hay mamíferos, reptiles y anfibios, vertebrados acuáticos, algunos artrópodos (crustáceos, arácnidos e insectos) y moluscos.

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“Luchamos para que el poco verde que queda de este ecosistema se mantenga”, dice Jacqueline al señalar que se sienten  impotentes para enfrentar el avance de camaroneras que se avistan donde la hilera de manglares es más ralo. A esto se suman la expansión de urbanizaciones y la basura de  miles de visitantes que llegan los fines de semana al complejo turístico que construyó el Municipio de Guayaquil y otros centros recreacionales. Ellos, dice, talan los árboles y así aumentan la erosión del suelo.

Los miembros del club advierten que en  el lugar no hay un plan de  control. Los fines de semana llegan  unos cinco mil visitantes y en los feriados esa cifra se registra solo en un día. “La cantidad de basura  es impresionante”, dice la dirigente.

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Con charlas  se ha  involucrado a  voluntarios de la comunidad  con quienes  se recoge la basura  cada viernes. El  trabajo  también se enfoca a capacitar a 70 niños del  club infantil.

La falta de controles ya tiene consecuencias. Un estudio con tres muestras recogidas en septiembre pasado  dio positivo en la presencia de coliformes fecales, algo que, según los habitantes, no era visible hasta hace poco.

La investigación  parte de una tesis de maestría de la bióloga Rosa Sigüencia que determinó la presencia de Escherichia coli  (organismos presentes en las heces fecales) en mejillones y ostiones recogidos en cuatro puntos: complejo turístico, Terminal Portuaria Internacional (TPI), área de camaroneras y en el sector del conchal.

El estudio demuestra la necesidad de planes de control y la ampliación a una investigación más a fondo de metales pesados, dice  la bióloga, quien añade que no hay control de desagües, así como la presencia masiva de bañistas, quienes incluso están en riesgo de verse afectados.

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Detalles: Actividades
Programas
En el lugar funciona el Centro de Educación Ambiental de Puerto Hondo, donde se dictan charlas a habitantes y visitantes.

Recursos
Uno de los problemas del Club Ecológico de esta zona es la falta de fondos. Se mantienen con los recorridos en canoas a lo largo del manglar y el alquiler de equipos para kayac.