Entre restos de plásticos, latas de cerveza, botellas de cola y agua, llantas viejas por doquier, aguas servidas y desechos industriales, una garza blanca de la especie Egretta Thula intenta buscar algún pez para alimentarse en el estero Salado por el puente de Urdesa.

A las 10:30 del pasado martes la marea está baja y cerca de la garza también algunos pájaros andarríos coleador (Actitis macularia) y otros de la especie horneros del Pacífico (Furmarius cinnamomeus) asoman y con su plumaje se mimetizan entre el fango oscuro y las hojas de los árboles.

Buscan alimento, pero es escaso. El fango, que debería ser un barro rico en nutrientes y con una variedad de especies de invertebrados como moluscos y crustáceos, se ha quedado con sedimentos carentes de vida. Es el tramo B del estero Salado, comprendido entre el sector de Miraflores y de la antigua gasolinera del puente entre las ciudadelas Urdesa y Kennedy, donde el agua está totalmente contaminada, refiere la bióloga Nancy Hilgert, quien realiza un estudio de la situación de la avifauna del estero Salado.

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A esa hora, con la marea baja y en una zona con espacio de playa, el lugar debería estar lleno de aves en busca de alimentación, pero la presencia es cada vez menor por la alta contaminación, sostiene.

La investigación, que se inició hace  más de diez años en los tiempos libres de la bióloga y con apoyo del Municipio, registró la existencia de 115 especies de aves y que las familias más abundantes son las Tyrannidae (aves comemoscas) con once especies y Ardeidae  (garzas) con nueve tipos de aves.

Se registran, además, especies migratorias boreales como la Pandion haliaetus (águila pescadora), Falco peregrinus (halcón peregrino), Catharus ustulatus (Mirlo de swainson), Actitis macularia (andarríos coleador) y de la familia Ardeidae (garzas) y Cathartidae (gallinazo de cabeza roja).

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El estudio se centró en el tramo B  y el A comprendido entre el puente de  la avenida Plaza Dañín que pasa de la ciudadela Kennedy a Urdesa hasta el centro educativo Ecomundo, en la av. Juan Tanca Marengo. Además en el malecón del Salado, a lo largo de la avenida Barcelona y el sector del puente  Portete.

La mañana del martes, durante una hora de observación en el denominado tramo B, Hilgert registró la presencia de trece especies de aves, algunas de ellas migratorias como el andarríos coleador que viene de Norteamérica en busca de alimentos. La zona, antes poblada de  garzas, está vacía a falta de peces, algunas buscan alimento en una corriente de agua de las alcantarillas, que   tiene más oxígeno en el agua que la del estero, dice la bióloga.

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Con la declaratoria de bosque protector a los manglares del estero Salado norte en 1987 se le dio una protección especial a la zona de Urdesa, pero no al resto como la isla Trinitaria, donde no ha habido un control fuerte y las personas cada vez ocupan más terreno, sostiene.

Incluso esa categoría de especial no ha sido suficiente al no tener programas eficientes para controlar la contaminación, lo que ha causado que las aves se muevan más en busca de alimentos. También ha limitado los lugares de anidación que ahora se concentran en las pocas zonas tupidas de manglares como las del tramo A que atraen a las  garzas a anidar en  noviembre, explica Hilgert.

Recalca la necesidad de controles de la emisión de aguas industriales y domésticas, así como la recolección de la basura y sobre todo una campaña de educación a la ciudadanía para que no arroje basura al estero.

La falta de alimentos para estas especies por la contaminación y la invasión de terrenos pone en riesgo la supervivencia de aves como los pericos y el aramides axillaris (Rascon montes cuellirufo) que están en peligro de extinción, dice.

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Tras el estudio, Hilgert determina que el hábitat de aves y animales ha disminuido, sobre todo, por la contaminación. La investigación continuará con otro estudio para medir el grado de contaminación, refiere.

En efecto, un trabajo exploratorio de la bióloga Maritza Cárdenas en el estero Salado determinó que la zona de Miraflores es la más contaminada, donde los niveles de oxígeno en el agua son casi nulos, 0,5 miligramos por litro, cuando lo ideal para el desarrollo de vida está sobre los 5 miligramos por litro. Más al sur el nivel mejora y sube a  4,95, según explica.