Para Valentina (nombre protegido), de 5 años, que su mamá le haga trenzas se convirtió en un problema cuando los niños de su grado empezaron a halarle el cabello. Un día le pidió a su mamá, llorando, que no se las hiciera.

“Cómo le iba a decir que no”, recuerda Gabriela Franco, quien preocupada acudió a la escuela para hablar con la maestra sobre el tema.

Este tipo de reacciones y la relación que a diario llevan niños, niñas y adolescentes en escuelas y colegios fueron objeto de una encuesta que se presentó el 18 de diciembre pasado.

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Los resultados llamaron la atención  del Instituto de la Niñez y la Familia (INFA)  y la  Defensa de los Niños Internacional (DNI), que impulsaron el sondeo, pues se identificó que el maltrato sigue como práctica corriente entre los menores.

Entre las preguntas que el DNI hizo a 980 niños y adolescentes estaba: ¿En tu escuela-colegio te han pegado, amenazado, insultado o se han burlado de ti? El 11,1% de los encuestados dijo que sí, con frecuencia, entre compañeros, y el 6,7%, de parte de profesores.

 La respuesta ‘a veces’ fue más alta con el 32%, entre compañeros. Lo que según el informe denota que mucho se ha logrado en cuanto al respeto de los adultos hacia los menores, pero poco se hace para fomentarlo con los niños.

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Los insultos y las burlas son parte del día a día, reconoce Jorge Riofrío, director de la escuela Rumiñahui (Francisco de Marcos y Eloy Alfaro). “Los chicos  asimilan lo que escuchan en casa y lo repiten porque piensan que es normal; a su vez los compañeros aprenden”, dice.

 Recuerda  que este problema lo puso en apuros hace cinco  años con una estudiante de 6. “La niña se llamaba Valeria y todos le decían Vale, cuando empezó su primer año encontró en uno de los baños del plantel que alguien había escrito ‘fulano vale tal cosa’, refiriéndose al miembro viril. Entonces preguntó por qué habían escrito  su nombre con  ese dibujo”.

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Sobre el abuso de los más grandes hacia los más pequeños,  también se consultó. El 34,4% de los  estudiantes contestó que eso sucede ‘a veces’ en las canchas de sus escuelas y colegios; y el 28,6% dice que eso ocurre de manera frecuente. Este hecho se registra  también en los bares y baños.

Para Mercedes Freyre, orientadora del colegio Vicente Rocafuerte, esto obedece a la pugna de poderes que manifiestan los chicos o a la mala percepción de amistad y compañerismo. “Una vez tuve que separar a dos chicos que fueron los mejores amigos durante los seis años de colegio, quienes se cayeron a golpes porque el uno le escondió la billetera al otro”.

En el Vicente Rocafuerte, explica, esto se regula con las normas de convivencia que se les entrega a los estudiantes desde que ingresan a clases y con los talleres para padres, porque concuerda con Riofrío en que la educación parte de casa.

Para los chicos, en cambio,  ‘la gente’, como llaman a sus compañeros, lo hace por diversión. Roberto y Andrés (nombres protegidos), de 15 y 16 años, son alumnos del VR y del César Borja Lavayen. Ellos explican que es común que se arranchen  las mochilas, las tiren al piso o se rayen los cuadernos. Unos se arrancan los bolsillos y otros las corbatas. Cuando hay peleas, “toca demostrar que uno  no se deja”, dice Andrés, de 16.

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Si la  escuela y colegio funcionan en el mismo edificio, estos conflictos pueden manejarse  dentro del plantel, pero en los expresos escolares es complicado, afirma Carmen Lastra, directora de primaria de la Unidad Educativa  Delfos.

En esa institución, asegura, cuando se tiene algún tipo de problema por maltrato entre los chicos se llama a las dos partes junto con los padres de familia y se busca una forma de resolverlo que no implique la expulsión, porque eso afecta más a los chicos de 6 a 11 años. Ellos no entienden por qué los separan de la escuela, indica.

Lastra comparte la idea de que el trabajo no es solo de los maestros sino también de los padres. “Una vez tuvimos un chico en primero de básica que decía a las niñas que las odiaba y las amenazaba con  pegarles. Cuando estudiamos su caso descubrimos que él veía ese tipo de cosas en su casa”.

Según el estudio en este tema, los “maestros y autoridades han desempeñado un papel pasivo y hasta legitimador de la agresión: aprende a defenderte”.

Al departamento de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes de la Dirección de Educación de Guayas no llegan estos casos, según su directora, Mariana Idrovo.  Son calificados como una conducta normal entre jóvenes o se resuelven en las mismas instituciones.

Ella espera que esto se supere cuando todos los planteles trabajen basados en un Código de Convivencia. En este se instaurarán las normas de vida de los estudiantes y maestros, así como la solución de conflictos.

Más datos

Encuesta
El sondeo se hizo el 21 y 22 de junio del 2008 en la Costa y Sierra; y el 25 de junio y 4 de julio en la Amazonía. El nivel de confianza del estudio es  del 95%.

DNI
Fernando López, director  del DNI, informó que esta es la encuesta Nº 42 y parte del convenio que se ejecuta con el INFA para conocer el estado de la niñez en el país.

INFA
Lorena Chávez, de Protección Integral, informó que por tratarse  de un tema escolar estos resultados se envían al Ministerio de Educación para que conozca la situación de los planteles escolares.

Cifras

34,5%
De adolescentes. Los jóvenes de 15 a 17 años contestan en ese porcentaje que sus profesores ‘les han puesto el ojo’. Esa cifra baja al 22,8% entre los 12 y 14 años; y al 13,8% entre los 6 y 11 años, según el sondeo.

57,3%
De encuestados.  Los niños de 6 a 11 años confían más en los maestros (57,3%) que en sus compañeros (42,4%). Entre los 15 y 17 años baja la confianza en los docentes al 24% y sube la de compañeros al 44,5%.