Hace poco se publicó el libro de Neil Monnery acerca de sir John Cowperthwaite, el hombre detrás del milagro económico de Hong Kong. Conocí del milagro de Hong Kong a través de Milton Friedman y del economista experto en desarrollo, Peter T. Bauer. Los dos resaltaban que el salto de la pobreza hacia la riqueza no era una historia de grandes líderes ni tampoco aquella de una abundancia de recursos naturales, sino más bien del éxito de sus ciudadanos, a quienes se les permitió un alto nivel de libertad económica. Que Hong Kong tuviese un sistema de libre mercado fue casi un accidente.

Monnery señala que el ingreso per cápita de Hong Kong después de la Segunda Guerra Mundial era alrededor de un tercio de aquel del Reino Unido, mientras que para 2016 había llegado a ser un tercio superior.

Muchos pensaban a mediados del siglo pasado que esa infértil isla estaba condenada a la pobreza por su escasez de recursos naturales. Bauer, en cambio, vio en esa escasez la razón por la cual el gobierno colonial no adoptó la política económica intervencionista, que estaba tan en boga alrededor del mundo. Además, explica Bauer, esta escasez incentivó un persistente conservadurismo fiscal.

Para tener una idea del progreso de Hong Kong: en 1961 el ingreso per cápita de ese país era de $ 3.380 ($ constantes de 2010), 52% más que los ecuatorianos ($2.215), y 42% menos que los argentinos ($ 5.815). Para 2016, Hong Kong había logrado un PIB per cápita de $36.725, un ingreso que es siete veces el ecuatoriano ($5.210) y 3,6 veces el argentino.

Cuando un funcionario de la Oficina Colonial sugirió a Cowperthwaite elaborar un plan de desarrollo, él respondió: “Me temo que no está dentro de nuestra filosofía”. El desarrollo de Hong Kong, consideraba Cowperthwaite, estaba mejor en manos de las decisiones de la gente.

Él veía una relación clara entre la tributación baja y la expansión económica. Cowperthwaite decía: “Quizás soy demasiado consciente del hecho de que cada dólar que el Gobierno toma del contribuyente es un dólar que este hubiera gastado para satisfacer una necesidad o disfrutar de un placer o que quizás hubiese invertido logrando una ganancia”.

Respecto de los flujos de capitales, Cowperthwaite consideraba: “Gozamos de un flujo neto entrante de capitales y estoy seguro de que una condición de que estos capitales vengan y se queden es que sean libres de volver a salir”.

Acerca de la balanza de pagos, Cowperthwaite decía que esta se ajusta y debe ajustarse de manera automática. Agregaba que si Hong Kong tuviese la mala fortuna de experimentar una salida de capitales, “tratar de corregir esta salida mediante restricciones o cualquier forma de discriminación solamente empeoraría las cosas”.

Este año se cumplen 20 años de la entrega por parte del Reino Unido a China de Hong Kong. Afortunadamente, la dictadura comunista casi no ha intervenido en algo que ha funcionado notablemente bien. Hong Kong hoy es no solo una potencia económica, sino también la economía más libre del mundo y aquella donde sus ciudadanos gozan de uno de los niveles más altos de libertad personal. (O)