El gremio nacional de productores de caña ha difundido una desesperada voz de alarma, evidenciando el desmesurado ingreso de azúcar proveniente de Colombia, que pone en real peligro la existencia de un conglomerado productivo integrado por numerosos cultivadores de caña de azúcar, con serios obstáculos para la colocación del producto en bruto, que no puede ser absorbido por la única alternativa posible, los ingenios, por la grave competencia de su similar colombiano, de inferior precio al del mercado local y al suyo propio, cuyo freno solo será posible a través de una decisión del presidente de la República, que disponga inmediatamente el cierre de frontera, medida que se fundamentaría en la necesidad de preservar la existencia de miles de ecuatorianos que subsisten directa o indirectamente de las actividades agrícolas e industriales azucareras.

La obtención de azúcar involucra el trabajo directo de miles de campesinos, 28.000 obreros y trabajadores fabriles y muchos ecuatorianos que participan indirectamente, representando la supervivencia de 100.000 familias, en serio riesgo de migrar al negativo segmento de desocupados e informales, dado que el producto final del proceso no puede comercializarse por la competencia desaforada de azúcar colombiana introducida en exceso. Como es sabido, el precio de la caña en pie es fijado por el Estado sobre la base de un valor promedio por saco de azúcar de 50 kilos, exfábrica, que se comercializa internamente, pero si este se desploma, como está ocurriendo por la distorsión nociva de irracionales ingresos, los ingenios no podrán cancelar el valor oficial y si lo hacen será con pagos retrasados, provocando una desastrosa iliquidez, que ubica a ambos eslabones de la cadena, agricultores e industriales, al borde de la quiebra, como ya aconteció con uno de los pequeños centros azucareros de la provincia de Los Ríos.

La cadena azucarera es la única que ha funcionado con ejemplar superación, en efecto los cultivadores lograron aumentar los rendimientos desde niveles bajos de 75 hasta 95 y 105 toneladas por hectárea, gracias a fuertes inversiones en infraestructura de riego, drenaje, maquinarias, equipos, vías de acceso y tecnología; en la fase industrial, los esfuerzos de modernización de procesos son notorios, con resultados indiscutibles que alcanzaron la autosuficiencia nacional desde 1966 y excedentes para exportaciones de 105.943 toneladas en 2016. Recordemos que los tres principales ingenios financian, sin motivación lucrativa, la exitosa investigación agrícola en caña. Paradójicamente, existiendo superávits, las importaciones se han incrementado hasta duplicarse, reportándose a agosto de este año 51.641 toneladas, la misma cifra de todo el 2016, configurando un atentado al necesario ingreso de divisas o ahorro de ellas, puntales de la dolarización que se propugna fortalecer.

El presidente Moreno tiene la gran oportunidad de demostrar su compromiso con la agricultura, honrando el principio constitucional de soberanía alimentaria, el apoyo al campo y a las fuentes de empleo, reprimiendo innecesarias compras de azúcar, lo respaldarían claras disposiciones constitucionales y la propia decisión 563, artículo 90, de la Comunidad Andina, que permite limitar perturbadoras importaciones agrícolas. El país debe abandonar su candidez y actuar recíprocamente con las restricciones colombianas impuestas históricamente a las exportaciones ecuatorianas, única posibilidad de evitar el descalabro azucarero nacional.(O)