Que Lenín Moreno camina sobre el filo de la navaja es algo que se confirmó en su anuncio de las medidas económicas. Su esfuerzo por mantener el equilibrio dejó a todos los espectadores con gusto a poco. Trabajadores, empresarios, consumidores y desempleados, desde el lado económico, sintieron que no había abordado los temas que son fundamentales para cada uno de ellos y para el conjunto del país. Correístas, anticorreístas, gobiernistas y antigobiernistas, desde el lado político, juzgaron que el paquete era insuficiente para resolver el conflicto que existe desde el día de la posesión. Imposible esperar otras reacciones frente a un conjunto de decisiones que no van al fondo de los problemas ni aseguran resultados significativos en el desempeño de la economía.

Si ha llegado a ese punto, es porque el presidente no solo quiere sino que está obligado a evitar el paquetazo, por un lado, y a huir del populismo económico, por otro lado. La situación de la economía le exige medidas drásticas, seguramente con alto costo social, porque el desorden heredado no puede solucionarse con parches por aquí y por allá. La situación política, por su parte, le marca límites estrictos, que no puede traspasarlos a menos que responda a una voluntad suicida. Es esa tensión entre la economía y la política lo que explica la insuficiencia de las medidas anunciadas. Pero, a la vez, es evidente que el elemento determinante dentro de esa tensión es la política. Esta es la que pone los límites y por tanto define el alcance de las medidas económicas.

Un mandatario débil, como Lenín Moreno, para quien la presidencia de su movimiento político es más un cargo honorífico que un espacio de poder, está obligado a hacer esos ejercicios de equilibrista. La timidez con que ha abordado la economía encuentra su contraparte en la audacia política de convocar a la consulta. Esta es la piedra de toque para resolver la tensión. La inclusión de preguntas dirigidas a zanjar las posiciones entre correísmo y anticorreísmo (reelección, Consejo de Participación, plusvalía) apunta hacia ese objetivo y se apoya en otras que tienen garantizado el triunfo (delitos sexuales), aunque en algunos casos sean verdadero populismo jurídico (muerte civil).

El riesgo que encierra la consulta es muy grande, no tanto porque puede sufrir una derrota (que siempre se debe considerar como algo probable), sino porque puede ser una excelente oportunidad para que el correísmo retome la iniciativa que hasta este momento le es esquiva. Su conflicto interno, que mantiene en el inmovilismo a la Asamblea, podría encontrar una vía de escape en la toma de posiciones frente a la consulta. Ya no podrían seguir eludiendo el bulto como lo vienen haciendo frente a la corrupción. Seguramente los estrategas del Gobierno habrán considerado esto y habrán calculado también que, independientemente del resultado, la consulta llevará a la definición de las posiciones, tanto dentro de AP como en el conjunto del país. Vista así, la consulta constituiría un triunfo para Lenín Moreno. ¿No habrá mucho de ilusión en ese cálculo? (O)