Por lo que nos ocurre actualmente en Ecuador, vale recordar la Revolución francesa. Muerto Mirabeau, se disputaron el poder los de la siguiente línea, y estos, después de cortar la cabeza de los reyes, en su lucha por el poder, se dedicaron a eliminarse entre ellos, en lo que se recuerda como el Reino del terror. En él se impuso Robespierre, quien envió a la guillotina a todos los que se le opusieron: Dantón, Vergniaud y muchos otros. Robespierre –nos lo describe Stefan Zweig– era dogmático, consideraba toda opinión opuesta a la suya como una traición; no toleraba a nadie a su lado y menos frente a él. Solo soportaba a los hombres que reflejaban como espejos sus propias opiniones; a los demás, los eliminaba. El poder absoluto lo envaneció; estaba, pecaminosamente, enamorado de sí mismo; su modesta sala –porque el “incorruptible” era honrado– la tenía adornada exclusivamente con retratos suyos. Finalmente, muchos de los diputados se unieron contra el que los humillaba y, el 9 de Thermidor, dieron fin a su tiranía con su misma receta, la guillotina. Así concluyó el Reino del terror.

Algo similar presenciamos aquí. De quienes lanzaron la candidatura de Correa, casi nadie está a su lado. Impuso su voluntad y sus caprichos: hizo destituir, ilegalmente, a 57 diputados; organizó una Asamblea Constituyente que aprobó una Constitución a su medida, que después le resultó insuficiente para su insaciable ambición; decretó el Estado de emergencia como permanente para que se contratara sin licitación con los gobiernos y las compañías de su gusto; creó un nuevo Código moral que justificó las coimas declarando que eran un acuerdo privado entre las partes, que no encarecían los contratos públicos; reorganizó las cortes de Justicia, que le concedieron jugosas indemnizaciones y sepultaron en las cárceles a los que se le oponían; hizo designar en los organismos de control a sus esbirros. Nadie al lado de él, todos debajo de él. Así fue inyectando odio entre los que lo acompañaron. Envanecido, legó un museo de su vida para que lo reverenciaran.

Inseguro de ganar una nueva elección, Correa impuso sus candidatos; para principal, al que tenía popularidad; para segundo, a su amigo de confianza. En abierto desafío a Correa, el nuevo presidente ha convocado a referéndum y consulta. El referéndum incluye la derogatoria de la reelección indefinida. Para los que nos opusimos públicamente a la reelección indefinida, nuestra actitud será de apoyo a la derogatoria. El partido de gobierno está confundido y dividido. El presidente nos confunde cuando encarga la defensa de las tesis de su consulta a la vicepresidenta encargada quien, en su momento, sostuvo, ardorosamente, la reelección indefinida. Nos confunde cuando su partido niega el juicio político al presidente del Consejo de la Judicatura, planteado por la evidente influencia del gobierno de Correa en las decisiones de los jueces. La actitud serena del presidente nos lleva a pensar que el Reino del terror llega a su fin, pero para ello hace falta eliminar la Senain, reorganizar la Judicatura, derogar la Ley Mordaza y conceder inmediata amnistía a los heroicos luchadores que denunciaron la corrupción. (O)