Lo de Cataluña ha sido motivo de muy activos intercambios con lectores y amigos. Ese tema ha servido de espejo para ver lo que sucede cuando se tuerce o manipula la ley con argumentos populistas para cubrir mañoserías, corruptelas y trafasías; ya vemos las consecuencias. De esa discusión surgió la necesidad de tocar lo que titulo, sin ser jurista, he de aclarar. Reflexiones de ciudadano, para ciudadanos. Recuperar el Estado de derecho, ese debe ser el gran objetivo nacional; sin su plena vigencia, no puede haber democracia.

Estado de derecho no es más que el conjunto de reglas elevadas a ley, que regulan nuestra convivencia civilizada. Su ausencia significa la ley del más fuerte y por esa vía, la sujeción a la voluntad frecuentemente corrupta de emperadores, reyes, caudillos o dictadores. Mucha sangre le costó a la humanidad llegar a ese estado: mucho tiempo la gente estuvo sujeta a la férula del más fuerte bajo argumentos de brutalidad, o de reyes con argumento de mandato divino. En el siglo XI, los ingleses se rebelaron contra su rey y forzaron la suscripción de la Magna Carta, un acuerdo entre el rey, los aristócratas y el pueblo, del que se originó el Parlamento, que puso control y freno a los poderes reales. En Francia fue necesaria una revolución con muchos decapitados para instaurarlo. Con él apareció, además, la separación de poderes –el otro pilar fundamental– con sus balances y chequeos y la declaración de los Derechos del Hombre. Nacieron las constituciones. En España, en las Cortes de Cádiz y con participación americana, se forjó la de 1812, conocida como la Pepa, de visión liberal, y que serviría de muestra para las posteriores americanas.

La Constitución es la madre del Estado de derecho. Es el pacto de convivencia de los actores diversos que conforman la nación, de los habitantes y comunidades que conforman un Estado. Nosotros hemos hecho muchos ensayos fallidos. El último que se decía que duraría 300 años, ya hace aguas. Para recuperar el Estado de derecho necesitaremos comenzar por revisar nuestro pacto de convivencia; para empezar, abandonar esa novelería del “Estado de derechos”. No, lo que necesitamos es un Estado de derecho, que significa que todos, TODOS, mandantes y mandatarios, ciudadanos y autoridades –sobre todo autoridades– estamos sujetos al imperio de la ley. La única igualdad posible es ante la ley; en ese marco, que cada quien use turbante, huango, levita o lo que le plazca, como parte de sus derechos individuales. Es el Estado de derecho el que garantiza nuestros derechos fundamentales y que nos defiende de los abusos de la autoridad y de los que actúan fuera de la ley. Para eso sirve la ley y no como algunos noveleros se creen, que el Estado tiene derechos y que la ley debe defenderlo de los ciudadanos ¡Vaya sofisma!

Es hora de la indispensable revisión de nuestra Constitución y lograr una efectiva separación de poderes. Más que nunca, necesitamos un pacto de convivencia que nos cobije a todos y no solo a los que sacaron más votos o se creen la encarnación de un proyecto. El Estado de derecho es lo contrario a la acumulación del poder; se legitima con la aceptación informada de los ciudadanos. Tendremos que exigir que se pida nuestro consentimiento. Larga, compleja, pero necesaria tarea, si queremos vivir en democracia con reglas que se respeten. (O)

Más que nunca, necesitamos un pacto de convivencia que nos cobije a todos y no solo a los que sacaron más votos o se creen la encarnación de un proyecto. El Estado de derecho es lo contrario a la acumulación del poder; se legitima con la aceptación informada de los ciudadanos.