Recuerde, lector, a José Joaquín de Olmedo en el épico poema La Victoria de Junín, Canto a Bolívar:

“… lidiar con valor y por la patria es el mejor presagio de victoria/ acometed, que siempre de quien se atreve más el triunfo ha sido / quien no espera vencer, ya está vencido”.

Pensamiento que debemos honrar en nuestro mes de octubre en que se anuncia la convocatoria a consulta popular, en las circunstancias muy graves de la actual realidad nacional.

¿Qué debemos esperar de la consulta?

El ser humano se aferra a tener esperanza. Doloroso es cuando la resignación ante lo insuperable, una tragedia o la muerte, la ahoga.

El ser humano colectivo –la ciudadanía, una ciudad o un país–, nunca debe resignarse. Su esperanza debe ser irrenunciable.

La esperanza colectiva del Ecuador hoy se centra en la posibilidad de decisiones soberanas para dar fin al imperio de la corrupción impulsada y protegida en la reciente década de acumulación de poder, fermento de tal corrupción, y de superar pesimismos, incertidumbres e interrogantes.

Los ecuatorianos queremos tener expectativas positivas direccionadas a un mejor Ecuador, con desarrollo, libertad, equidad, justicia, honestidad, crecimiento económico con más y mejores fuentes de trabajo y garantías para la inversión, educación, salud, vivienda y servicios públicos de calidad, en un macroentorno de respeto entre los gobernantes y los ciudadanos y entre empresarios, trabajadores, usuarios y consumidores.

¿Y de quién depende hacer realidad la esperanza?, de todos nosotros, no solo de los que están en espacios de poder, o de los que aspiren a estos.

Por eso, más que solo ser testigos de lo que hacen gobernantes y opositores, o solo sentirnos convocados para ser consultados, los ecuatorianos debemos ser dueños de la consulta, identificar riesgos y tomar posición militante.

¿Cuáles son los riesgos?
El principal riesgo sería que la indiferencia de muchos se convierta en la posibilidad de que se potencien las miserias humanas, los resentimientos sociales y la intención de que fracase el gobierno de Lenín Moreno, por parte de quienes lo auspiciaron bajo la pretensión de que sea marioneta del continuismo.

El doble discurso de algunos obsecuentes del continuismo, pero con funciones en el entorno de Moreno, y decisiones y frases que parecen de “dos pasos adelante y uno atrás” hace que algunos duden de cuánto realmente hay de ruptura con el continuismo, sin embargo, aún es dominante la decisión de quererle dar un voto de confianza. ¿Moreno lo merece?, él debe evidenciarlo.

¿Intención de que fracase?
Sí, lo leyó bien. Se intenta frenar el destape de la corrupción, que no tiene ideología, acusando de que se está ante persecución política.

Las preventas de petróleo, los créditos para obras con sobreprecios y otros ilícitos fondearon a los actores de la corrupción, que tendrán para el efecto todos los recursos que requieran y esto se extiende a lo regional, por eso tanta mención de Brasil y de Lula, “allá y acá somos perseguidos”, se ha dicho.

Entre los años 2006 y 2010 se montaron en procesos de izquierda para después perseguir a los que confiaron en ellos. Se hirió gravemente a la autonomía universitaria y al cogobierno en la educación superior, reproduciendo formas de totalitarismo, para su control desde el poder. Se pretendió sustituir a organizaciones históricas de maestros y trabajadores, creando sus propios membretes sometidos.

El principal riesgo –de la consulta– sería que la indiferencia de muchos se convierta en la posibilidad de que se potencien las miserias humanas, los resentimientos sociales y la intención de que fracase el gobierno de Lenín Moreno, por parte de quienes lo auspiciaron bajo la pretensión de que sea marioneta del continuismo.

Asumieron ser antiempresas privadas, pero favorecieron a los de su entorno. Se proclamaron antiprivatizadores, pero en infraestructura, minería, petróleo, fueron más entreguistas de lo que pudo ser un gobierno de derecha, porque aparecieron los socios en la oportunidad.

Crearon un engranaje de “inteligencia” y “contrainteligencia”, contra los mismos suyos, para que no “traicionen” o no sean corruptos a solo beneficio propio –recordar la denuncia de imposición de diezmos–. También contra opositores y contradictores, en violación de sus derechos. Cientos de luchadores sociales perseguidos. Algunos desaparecidos y asesinados. Realmente se avanzó en prácticas fascistas.

Por eso, la consigna confesa de que las cosas vayan mal, para poder retornar, de ser posible, antes del 2021.

Obsesión patológica
El 2016, semanas antes de las elecciones en Estados Unidos, sorprendió el presidente Correa, en una declaración internacional, expresando que para América Latina sería mejor que triunfe Donald Trump, porque él agudizaría los conflictos en la región, lo que permitiría que las corrientes de izquierda tomen fuerza contra el imperio. De hecho, la Embajada del Ecuador en Londres fue la principal plataforma informática contra la señora Clinton, porque desde ahí actuaba Julián Assange y se acusa que lo hacía con el auspicio del gobierno de Putín.

Y ganó Trump. Cientos de miles de latinoamericanos perseguidos en Estados Unidos, muchísimos expulsados con una mano adelante y otra atrás, perdiendo todos sus ahorros en el país y más secuelas.

¿Se agudizaron las contradicciones, como anunciaba Correa?, claro que sí, acierto pírrico y miserable al que colaboró Assange desde la Embajada en Londres.

Similar cosa en la economía y en la política ecuatoriana: con tanta corrupción arrastrada, con cifras mentirosas de la economía, y otros vicios potenciados, hay un riesgo de que fracase Moreno. Y eso, hay que impedirlo.

Ese fracaso sería el caballo de batalla del retorno de la década pasada.

A sumar en el Ecuador
Esta es nuestra obligación, no incendiar a la patria para alimentar la pretensión de un retorno.

Guayaquil es un ejemplo de que se avanza cuando se suma. (O)