¿Cómo llegó a director del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Politécnica de Cataluña un doctor en Informática? es la primera duda que pretendo despejar en una conversación con el doctor David López Álvarez. Él es un profesor universitario español, experto en Innovación Educativa en la educación superior, que visita Guayaquil invitado por la Espol, para que comparta su experiencia, en algunos talleres con los docentes de la institución.

Originalmente, su campo académico era la computación y la arquitectura, en el que aplicaba su vocación por la investigación. Conocer su currículo y su responsabilidad académica actual, me indican que en su vida debió haber un giro interesante. Lo resume así: Como todos los profesores, me preguntaba si lo estaría haciendo bien, si habría algo que estaba dejando de hacer, si podía hacer algo más e intentaba encontrar respuestas a mis inquietudes acerca de la pedagogía, la ética, los derechos humanos y la sostenibilidad de la informática. En un momento determinado hubo un cambio en mi vida tanto personal como profesional y empecé a preguntarme a qué campo debía dedicar mi vocación por la investigación, tenía dos temas, uno de ellos era la educación y empecé a trabajar en esa área de manera sistemática y un día descubrí que lo que empezó como una afición se había convertido en el tema principal de mi vida universitaria, y a partir de allí se dieron las cosas y aquí estamos.

Desde entonces se dedica a la innovación universitaria, porque está convencido de que tenemos que cambiar la visión de universidad, porque el cambio ya se ha dado, explica: hace algunos años, el profesor universitario era el depositario del conocimiento y lo trasmitía, hoy el conocimiento está en una diversidad de fuentes y el rol del profesor ahora es hacer que, a partir de eso, el estudiante aprenda más y mejor, pasó de ser un enseñante a ser un acompañante. El conocimiento cambia rápidamente y corremos el riesgo de prepararlos para profesiones que ya no existen, por eso debemos ayudarlos a aprender a aprender, a desarrollar sentido crítico y a querer siempre dar un paso más allá.

Pero la verdad es que la mayoría de los profesores universitarios no tienen formación pedagógica, comento y entro en un tema del cual tiene experiencia. No es fácil, dice, hay resistencia pero si no tienen formación pedagógica deben empezar ahora y hay que acompañarlos, pero el éxito está garantizado si esa formación no es impuesta, el profesor debe aceptar que tiene que aprender, que puede mejorar, que es una obligación y que lo debe a los estudiantes y a la sociedad, que no puede seguir haciendo lo que ha hecho 25 años, porque el mundo cambió.

Entramos ya en el tema de la innovación y le pregunto qué condiciones intrauniversitarias y extrauniversitarias se requieren para emprender un proceso innovador. Responde sin vacilar: Extrauniversitaria, un reconocimiento que, a veces, la universidad no tiene. La sociedad debe reconocer el papel primordial de la educación, así se evitaría, por ejemplo, que en época de crisis sea su presupuesto uno de los primeros en reducirse. Hay que entender que, incluso para salir de las crisis, necesitamos mejores universidades. Intrauniversitaria, la actitud de los directivos que, a veces inmersos en los presupuestos y en la política, parecen olvidar que la primera preocupación de una universidad debe ser la calidad real de sus egresados, cómo van a impactar en la sociedad, no se trata de que generemos egresados, sino egresados útiles y para eso necesitamos profesores que sean los mejores profesionales y los mejores maestros.

David López, desde su experiencia, plantea que no es deseable que todos los profesores dediquen todo su tiempo a la cátedra, está convencido de que los que también trabajan en su profesión aportan una visión de por donde está yendo el mundo, las empresas, las necesidades de la sociedad. Por eso es importante que haya los que trabajan a tiempo completo que son los que garantizan las bases científicas y los que trabajan a tiempo parcial que aportan la visión de utilidad y del tipo de profesional que se necesita.

Enfatiza que en el proceso innovador es importante el aporte de los profesores, de los estudiantes, pero también el de la empresa, del sector público, es la visión de esos sectores que saben lo que necesitan, más la visión de la academia que tiene la percepción del futuro que viene, lo que permite formar profesionales con capacidad de adaptación al mundo cambiante.

Buscando respuesta a una preocupación, le pregunto por la importancia que en el proceso innovador se da a las ciencias humanas. Responde: Desgraciadamente muy poca, pero creo que es un error garrafal, pues no hay completa formación de los egresados sin la visión de lo humano, lo mismo que si los de ciencias humanísticas no tienen más formación científica. El estudio de casos ayuda a que tengan una visión real del mundo, que aprendan que cada decisión profesional tiene un impacto social.

Al terminar la conversación expresa con total convencimiento: La universidad cambia cuando la universidad decide cambiar, eso no se impone desde afuera. Es una decisión interna y autónoma y es responsable de eso. (O)