Salí a la marcha convocada por los trabajadores. ¡Qué alegría volver a la calle, al espacio público y por primera vez en años, poder acceder a la plaza de todos, la de la Independencia! Volver a ver a ciudadanos buscando una manera de comunicar su sentir y su pensar, en paz. Una bocanada de aire fresco.

El motivo de la convocatoria a marchar fue el repudio a la corrupción que nos ahoga y el hacer el pedido de consulta popular para iniciar el desmonte del sistema correísta, que él denominó “el proyecto”. Bueno que la ciudadanía se manifieste, aunque todavía tímidamente. Parece haber hecho carrera lo de la consulta popular, y al respecto hay una serie de propuestas sobre qué preguntar. Muy seguramente este es un primer paso necesario, pero me temo que insuficiente para deshacer los nudos gordianos de “el proyecto”. Por eso me parece necesario advertir para que no volvamos a caer en los simplismos del pasado, que la consulta no puede ser panacea.

Vale recordar que hace una docena de años nos empeñamos en el “que se vayan todos” que sonaba bien, pero que no nos paramos a reflexionar que el “todos” también nos incluía a nosotros. Eso nos llevó a permitir desmontar el Congreso y convocar una Asamblea Constituyente, cambiar las reglas de convivencia por métodos amañados, montar la toma del poder total que nos llevó a “todos” por delante y nos deja quebrados e indefensos. Antes que identificar los puntos que eran necesarios de modificar en nuestro pacto de convivencia, preferimos hacer borrón y cuenta nueva y le dimos la oportunidad de entrar a modelos de manejo del poder autoritarios, concentradores, abusivos y corruptos.

Es mucho lo que hay que desmontar en el tablero que se nos pone por delante. Para empezar, las torres y alfiles: el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, que controla, valga la redundancia, los órganos de control; el Consejo de la Judicatura, instrumento para meterle mano a la justicia; el Tribunal Constitucional, guardián del proyecto, desatento a las garantías ciudadanas; el Consejo Nacional Electoral que maneja los procesos de representación de los ciudadanos y las expresiones de su voluntad, con cancha inclinada y árbitro comprado. Y la reina del tablero: la reelección indefinida. El desmonte de todas estas piezas tendrá que ocurrir, además, con una Asamblea Nacional dominada por los áulicos de Correa. Compleja tarea que requiere de harta reflexión y unos acuerdos básicos que tienen que ser trabajados con paciencia y visión de largo plazo.

A falta de partidos políticos, es indispensable potenciar los mecanismos de organización para la participación y de presión ciudadana. Para lo primero, es indispensable que se desmonten de inmediato los mecanismos que reprimen y ponen bajo control gubernamental la organización de la ciudadanía. Me refiero al infame Decreto Ejecutivo 16. Señor presidente, suspender este decreto solo depende de su voluntad ¡hágalo ya! Respecto de lo segundo, la presión ciudadana, se requerirá de la movilización sistemática de nosotros, los de a pie, para hacerle saber a las torres y alfiles que están vigilados por los ciudadanos y que de manera directa les haremos saber nuestras demandas. En otras palabras, recuperar la organización social y volver a las calles. El gran objetivo: recuperar el Estado de Derecho, así con mayúsculas. Como cantaban en Chile en su momento: yo pisaré las calles nuevamente... (O)