El dogmatismo ha contagiado a muchas personas en el mundo, líderes, políticos, académicos y empresarios. Los dogmas en el siglo XXI han llegado al mundo de la academia, el management, la economía y los negocios. Las ideas son el producto del intelecto humano, todo lo que existe en el mundo ha sido fruto de una idea y en ese sentido son muy valiosas. Mas sin embargo, cuando las personas viven solo en el mundo de sus ideas, se desconectan de la realidad cambiante y sus ideas son principios incuestionables e innegables, entonces se vuelven dogmáticas.

Los políticos dogmáticos creen en su modelo de país y macroeconomía, y no admiten otra posibilidad y dividen al mundo en bandos, entre los que están en lo correcto –“ellos”– y los que están equivocados –“los demás”–. Los CEO dogmáticos creen en su estilo de liderar y gestionar, que siempre les ha funcionado y no admiten posibilidad de mejora o cambio. Los académicos dogmáticos creen en sus modelos pedagógicos y en sus ideas fijas sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje y no están dispuestos a experimentar e incluso aprender.

En general, las personas dogmáticas no admiten el pensamiento crítico, ni reflexivo; pierden la capacidad de cuestionar, dudar e imaginar, que son esenciales en una sociedad para crecer.

A través de la historia de la humanidad, quienes han desafiado los dogmas han superado el statu quo avanzando hacia nuevas fronteras en las ciencias, el management, la educación. Finlandia cuestionó los exámenes, la figura del profesor y el modelo industrial de educación, y es el país con uno de los mejores sistemas educativos del mundo; Singapur cuestionó el modelo de ejercer disciplina y justicia, y es uno de los países más seguros del mundo. Zappos cuestionó la forma tradicional de gestionar e incluyó la cultura y felicidad, generando un nuevo paradigma de negocios. Uber y Airbnb cuestionaron hacer negocios con los activos propios y revolucionaron la industria del transporte y el hospedaje. Hay un sinnúmero de ejemplos que muestran que superar los dogmas es positivo.

Cabe aclarar que tener o defender una idea no es tener una posición dogmática, siempre que esté bien fundamentada y pueda ser objeto de reflexión. Y no se caiga en el prejuicio, en desprestigiar, atacar a quien piensa diferente y tratar de imponerla a los demás. En una sociedad dogmática se dará un estancamiento y visiones alejadas de la realidad, no serán capaces de florecer las personas que proponen nuevas formas de ver y hacer las cosas.

Hemos vivido diez años de dogmatismo institucionalizado desde lo más alto del poder, y la sociedad se contagió, se deberá trabajar fuerte para recuperar una sociedad más libre y plural. Una agenda debatida y consensuada para la academia, la empresa y la sociedad civil con objetivos de mediano y largo plazo, económicos y sociales requerirá no quedarse atrapados en los “dogmas”, aceptar a quienes piensan distintivo y estar dispuestos a ir más allá. Como lo afirmó Abraham Lincoln: “Los dogmas del pasado silencioso son inadecuados para el presente tempestuoso. La ocasión es una montaña de dificultades y debemos crecer con las circunstancias”. (O)