Es tradicional en los organismos públicos e intergubernamentales, promotores del bien general, instituir fechas conmemorativas de hechos perdurables en la vida de los pueblos, también la agricultura la tiene, como ciencia y arte del cultivo de la tierra, ejecutora de la noble misión de suplir de alimentos a la humanidad, con bienestar y justicia; algunos países han señalado sus propias fechas para honrarla, Argentina lo hace el 8 de septiembre como tributo a la primera colonia agrícola, México el 2 de julio; la FAO ha señalado el 19 de octubre, aniversario de su creación en 1945, como día de la alimentación y con ella de la agricultura, al que se ha adherido el ministerio ecuatoriano del ramo.

Pero el ejercicio agrícola implica un alto grado de responsabilidad con la naturaleza, dando vigencia al viejo proverbio sioux de “no heredamos esta tierra de nuestros antepasados, la tomamos prestada de nuestros hijos”, que alude a la obligación de cuidarla, de tratarla amorosamente pensando en las generaciones venideras, conforme dejó constancia el papa Francisco en su encíclica ambiental, al asimilarla a una verdadera “madre”; proclamó además, en evento con campesinos italianos, la centralidad de la agricultura como manantial de trabajo de millones de personas y eje de la economía de las naciones, de allí que sobran justificativos para rendir pleitesía a la más excelsa de las actividades humanas, fundamental en el progreso nacional.

Es una gran oportunidad para el presidente Moreno de manifestar la voluntad política de su gobierno declarando mediante decreto ejecutivo como de máxima prioridad el desarrollo acelerado y sustentable del sector agropecuario, que haga realidad la soberanía alimentaria y el bienestar de campesinos, agricultores y de toda la nación, instituyendo a las actividades agrícolas, pecuarias, acuícolas, pesqueras y forestales, como preocupación nacional a todo nivel, adjudicándoles el valor que le corresponde en la atención de los organismos públicos, para que, en alianza con los gremios empresariales, pequeños, medianos o grandes, indígenas, montuvios y afroecuatorianos, Ecuador alcance la ansiada prosperidad.

Dentro del concepto de superior valoración que el Estado debe asignar al sector agropecuario, es necesario potenciar el apoyo a las actividades inherentes a la investigación agraria, incluyendo la inmediata rehabilitación del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias, Iniap, e impulsar las tareas que precariamente realizan en ese campo las universidades y escuelas politécnicas. Para tales efectos deberá propiciar facilidades administrativas, financieras, logísticas y demandar la adhesión comprometida y firme de la función legislativa, en la búsqueda del gran objetivo nacional de máximo desarrollo del sector, bajo los integrados principios de competitividad económica, justicia social y sostenibilidad ambiental.

Es momento de rendir culto a la agricultura de forma concreta, aumentando las asignaciones estatales en correspondencia con su aporte ampliado a la producción nacional, al grueso de las exportaciones y a la creación de empleo, no puede continuarse con un mezquino 0,8% del presupuesto general para todos sus programas, mientras planes de secado y almacenamiento han quedado truncos, siendo básicos para superar deficiencias históricas en la comercialización de granos, que favorece la caída de precios en los momentos precisos de cosecha, dando al traste con los anhelos campesinos. (O)