El viernes anterior, Londres fue escenario de un atentado cuya autoría fue reconocida por el Estado Islámico. Un artefacto casero explotó parcialmente en un tren, al parecer por un fallo en el detonador, por lo que los daños fueron menores. Veintinueve personas fueron atendidas en los hospitales, la mayoría con quemaduras, pero ninguna en peligro de muerte. Es el quinto atentado a la capital británica en este año, los que dejaron 36 muertos.

Las reacciones han sido diversas: desde el llamado del alcalde de Londres a mantener la firmeza: “Nunca seremos intimidados ni derrotados por el terrorismo” hasta la del presidente Trump que al comentar ha concluido: “La prohibición de viajar a los Estados Unidos debería ser más amplia, más dura y más específica, pero estúpidamente, no sería políticamente correcto”.

La lucha contra el terrorismo es compleja por múltiples razones, pero es indispensable, aunque más difícil, mantener el equilibrio y no caer en lo que parece que buscan los autores de los atentados: sembrar el terror de tal manera que se imponga el aislamiento y convierta a todos en sospechosos. Si así fuera, ellos habrían alcanzado su propósito. (O)