La Corte Constitucional tiene un rol protagónico en la consulta que hará el presidente Moreno. Según el art. 436, es la “máxima instancia de interpretación de la Constitución” y le compete pronunciarse sobre las reformas que anhelamos, si alteran o no la “estructura fundamental o el carácter y elementos constitutivos del Estado” (art. 441). Me parece que si se quiere devolver al Parlamento sus facultades para designar a las autoridades de control y a los magistrados de los tribunales superiores; si se quiere abolir la base de los excesos y abusos que puede cometer el presidente de la República; si se quiere eliminar el triste Consejo de Participación Ciudadana, la Constitución de Montecristi debe ser sustituida. Hay que asegurar la libertad de expresión, la independencia de las funciones, la dignidad del Parlamento. El pronunciamiento de la Corte demostrará la necesidad de tener jueces probos que no decidan por gratitud ni por temor.

Algunos prominentes miembros de Alianza PAIS se creen dueños del presidente y del poder y pretenden obligarlo a que siga las instrucciones dictadas desde Bruselas. Olvidan que la mitad del pueblo no votó por su partido ni por Moreno, pero los llamados ovejunos quisieran que continúe la fracasada política anterior. En esta pugna de los 100 días ha triunfado el presidente, porque con su estilo propio y con la evidente ruptura con el predecesor ha ganado simpatías. Nada debe atarlo al pasado y haría bien en desligarse de compromisos dañinos, de los quintacolumnistas de su gobierno, los que filtran información o hacen oposición encubierta. Debe ser independiente para resolver el difícil asunto de la enorme deuda externa, que sabemos debe ser renegociada y sustituida. Fuera del mercado chino o el ruso (Putin ya se ha metido en Venezuela), hay que acudir a los organismos internacionales con sede en Washington. Se necesita un hábil embajador que tenga buenas relaciones con financistas y banqueros. Una persona del mejor prestigio y con antecedentes limpios. En estas circunstancias, ser revolucionario es una rémora y el mundo ve solo fracasos en Venezuela, Cuba y los otros gobiernos contestatarios de izquierda de Lula y los Kirchner. El realismo político exige un gran pragmatismo en las relaciones internacionales.

Volviendo a la consulta popular, han empezado a sacar al cuco. Viene Correa y ganará los escaños que quiera en la próxima Constituyente. ¡Qué miedo! Por otra parte, agitan pañuelos por la reelección indefinida. Los comprendo. Quieren seguir en el poder y pretenden que el gobierno de Moreno sea un interregno fastidioso, nada más.

Mónica Almeida y Ana Karina López escribieron El séptimo Rafael, libro de lectura obligatoria. El lector descubre muchas cosas. Tal vez el presidente Moreno se detenga en las narraciones que muestran cómo es la gratitud del personaje. También acuden a mi mente los nombres de Eloy Alfaro, Galo Plaza y Gustavo Noboa, que fueron magnánimos, y aquel decir sobre ciertos animales “que muerden la mano que les da de comer”. Pero aquellos presidentes fueron estadistas y no batracios inflados de orgulloso viento. (O)