Corría el año 2010, cuando el Instituto de Historia Marítima y el Museo de Historia Naval del Ecuador que funcionaban en el bloque sur del edificio de la Gobernación, tradicional e históricamente ocupado por la Armada Nacional, fueron conminados a la desocupación en plazo perentorio porque “brillantes asesores” del Gobierno pasado habían puesto sus ojos en ese emblemático lugar para destinarlo a la Universidad de las Artes que funcionaría en esta ciudad. Y así, desvistiendo a un santo vistieron al que vendría. El Inhima se acomodó en el piso 11 del edificio City Bank y el otrora hermoso e importante museo fue a parar a las bodegas del antiguo comisariato naval, donde aún permanece inexplicablemente encajonado.

Como el dinero sobraba, la remodelación del edificio de la Gobernación tomó bastante tiempo y recursos, hasta el año 2013 en que el presidente Correa inauguró oficialmente la que sería sede de dicha universidad, que según dijeron, se destacaría como “la mejor de su tipo en Sudamérica”. Y siendo un proyecto tan grandioso, poco a poco la Uartes fue convirtiéndose en la gran adjudicataria de valiosos edificios patrimoniales destinados a cubrir sus supuestas necesidades, configurando de ese modo una red de propiedades pomposamente denominadas Campus centro y Campus sur.

En esa condición, dicha universidad posee 6 edificaciones que originalmente fueron: Gobernación (bloque sur), Banco de Descuento, Banco La Previsora (matriz) y La Previsora sucursal Nº 1 (calle 10 de Agosto), Correos del Ecuador y diario El Telégrafo, en el centro de la ciudad. Y en el sur, las instalaciones del Centro Cívico Eloy Alfaro con sus alrededores.

De acuerdo al plan trazado y al gusto de sus gestores, las remodelaciones están en marcha, asunto que seguramente costará algunos millones por el pago de estudios técnicos, auditorías, obra civil, instalaciones, mobiliario, fuera del dinero que se necesitará para cubrir mantenimiento, servicios básicos, sueldos de personal administrativo, sueldos de personal académico (en su mayoría extranjeros), seguridad, etcétera. Temas que entrando a una etapa de austeridad anunciada por el actual mandatario, no dejan de ser preocupantes, sobre todo por el errático accionar académico de ese centro de estudios superiores especializados, cuyos objetivos aún no se perfilan de acuerdo a lo previsto, mientras que la ciudad carece de una Academia de Bellas Artes, su Conservatorio Nacional Antonio Neumane fue torpemente reducido a categoría de colegio secundario y el Archivo Histórico del Guayas corre peligro en un local inadecuado sin climatización.

Ahora que podemos expresarnos con libertad, preguntamos: ¿Será que los derroches de la década pasada van a continuar y que tan poco importa a las autoridades de cultura lo que está pasando en Guayaquil?(O)

Jenny Estrada Ruiz, historiadora, Guayaquil