Y nada menos que por el presidente de la República, que ha anunciado estar dispuesto a consultarle al pueblo. Este anuncio ha despertado júbilo en la ciudadanía, que hasta aquí ha mirado impotente el espectáculo siniestro del asalto a los fondos públicos. El pueblo ha intuido siempre que alguien le roba, pero no sabía quién. Ahora el robo ya tiene caras, al menos algunas, y seguirán apareciendo otras más. Abierto el dique, será imposible contener el torrente, menos todavía levantar otros nuevos. Quien o quienes lo intenten perecerán ahogados en el lodazal que crearon y en el que se revolcaron presas de codicia desenfrenada, cuando convirtieron la política, su revolución, en negocio. No servirán las tretas, como la de autorizar vincular a una autoridad al proceso por el menos grave de los delitos, uno que prescribe y no es causal de destitución; todo autorizado con la velocidad del rayo, sin debate, con la satisfacción del acusado, por la Asamblea de mayoría de Alianza PAIS; no servirá, tampoco, que el presidente de la Asamblea, en funciones prorrogadas de ministro del Interior y jefe de la Policía, haya traído preso al célebre Capaya, y luego de semanas de ese espectáculo circense, la Fiscalía no reciba su declaración, bajo cualquier pretexto, cuando hay peligro de que los interesados lo silencien para siempre y así el país se quede frustrado sin conocer la verdad. Ese Argos de cien ojos que es el pueblo los observa.

La consulta tiene que servir para que el pueblo resuelva sobre cosas concretas: en primer lugar, para dar al traste con la inconstitucionalmente aprobada reelección indefinida, con la que pretenden volver a vivir de los fondos públicos; esa comisaría gubernamental llamada pomposamente Corte Constitucional dijo que esa reelección no necesitaba de consulta popular. Para los demás temas hay un consenso generalizado en lo que no es Alianza PAIS: terminar con el Consejo de Participación, que ha sido el alcahuete de los nombramientos de estos contralores, fiscales, etcétera, que han sido los encubridores y partícipes de estos asaltos. ¡Ah! ¡Que le devuelvan la casa a la señora alemana! Por supuesto, hay que dar término al actual Consejo de la Judicatura, donde se incubaron las sentencias en favor de la argolla que nos desgobernó. Luego, hay que terminar con la comisaría de control a la libertad de pensamiento.

Después, es necesario consultarle al pueblo sobre la convocatoria a una Asamblea Constituyente que apruebe una nueva Constitución que sustituya a la actual, que fue preparada por unos ciudadanos españoles que nos envió el coronel Chávez. Que volvamos a los principios de separación de poderes, como es el caso de las auténticas democracias. Una Asamblea que estatuya lo que no pueda ser materia de la consulta. Se especificaría que esta Asamblea respetará los periodos de las personas elegidas por votación popular.

Si el actual presidente hace todo esto, si corta el cordón umbilical con su predecesor, con la gavilla que amenaza destituirlo si no sigue sus consignas, merecerá bien de la Patria. Caso contrario, será una dolorosa desilusión y habrá que continuar la lucha. (O)