Es una paradoja, pero la consulta popular que anunció durante la campaña el excandidato opositor Guillermo Lasso se apresta a ejecutarla el presidente Lenín Moreno. Y el objetivo es el mismo: desmontar el andamiaje que dejó armado el correísmo para cuidarse las espaldas y mantener su modelo autoritario.

El proceso es irreversible, de conformidad a los mensajes del mandatario sobre su compromiso por recuperar la institucionalidad, la democracia y la libertad, pisoteados por el capricho de su antecesor, cuyo narcisismo y obsesión por el poder no tuvieron límites.

Interpretando correctamente el sentir de la sociedad, harta de tanta demagogia y mentiras, ha venido efectuando pronunciamientos que están devolviendo la fe pública en el buen gobierno, lo cual se refleja en sus elevados índices de aceptación. Un capital político necesario para afrontar tantos obstáculos.

El principal es la división en las filas del oficialismo que deberá resolver para afianzar su propio proyecto político, sin la contaminación de los vicios del pasado.

Y bien sabe que el único medio para romper las ataduras es la consulta popular, cuyos contenidos de Perogrullo facilitarían una adecuada gobernabilidad.

La reelección presidencial indefinida, sancionada sin la validación del voto popular; la permanencia del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), que quedó en ridículo con el reciente concurso que permitió la reelección del excontralor Pólit; la validación de los nombramientos que ha realizado de forma amañada; la comunicación social como servicio público, sujeto a la regulación, control y sanción del gobierno de turno, contraviniendo la garantía constitucional de libertad de expresión, son los contenidos que deberían ir reconfigurando el marco institucional.

El inconveniente sería lograr el visto bueno de la Corte Constitucional, todavía bajo influencia correísta.

La decisión de dejar sin funciones al vicepresidente Glas, ante el dedo que lo apunta cada vez más, según sus palabras, no pudo ser más acertada. Y al bloque de AP no le ha quedado sino apoyar el pedido de autorización de la Fiscalía para procesarlo penalmente por asociación ilícita, porque de otro modo hubiera tenido que votar fraccionado, y los leninistas hubiesen hecho mayoría con la oposición. Bastante revelador que cuando hicieron el anuncio formal ninguno tuviera una prenda verde flex.

La reacción de Vidrio, como se lo apoda en redes sociales, ha sido la de presentarse como víctima alegando una supuesta persecución política y un linchamiento mediático. Vanas excusas de alguien que se ha convertido, sea por acción u omisión, en figura emblemática de una corrupción gigantesca, de contratos a dedo, sobreprecios y coimas, que no tiene precedentes en la historia del país.

Destacar que la función natural de un vicepresidente es la de mantenerse en reserva ante una situación de fuerza mayor que determine la sucesión presidencial. Pero, en las actuales circunstancias, es impensable que reúna las condiciones para ejercer, eventualmente, la primera magistratura.

A pesar de su debilidad, todavía sigue protegido por los sectarios que aún defienden el mito de las manos limpias. En espíritu de cuerpo cierran filas, encabezados por un grupo de viudas y plañideras que se niegan a participar del funeral de un cadáver político.

En franco desafío ha declarado que si él renuncia también debería hacerlo el presidente. Un reflejo de su desesperación, de estarse quedando solo, ante una vindicta pública que demanda la fijación de responsabilidades políticas y eventualmente penales, de la sórdida trama de corrupción sistémica, que ha convertido la década “ganada” en un pestífero albañal. (O)