De documentos y declaraciones oficiales se desprende que el gobierno priorizará tres sectores: agroindustria, turismo y minería.

No quiere decir que se descuida la industrialización de otras ramas. Las nuevas industrias y las existentes deberán salir adelante con tan solo una protección razonable, y en lo posible deben plantearse poder exportar. Toda nueva inversión industrial podrá acogerse a las ventajas del Código de la Producción y Ley de Alianzas Público-Privadas.

Tampoco es el abandono del objetivo del cambio de matriz productiva. Pero ya no se van a desperdiciar miles de millones de dólares en proyectos descabellados, como la Refinería del Pacífico. Se buscarán empresas dispuestas a invertir en la Refinería del Pacífico, refinadora de aluminio, astilleros y otros, y se les darían los incentivos necesarios, pero sin que medie gran inversión del Estado ni subsidios extravagantes. Las empresas innovadoras ya no estarán obligadas a instalarse en Yachay; podrán hacerlo también en la zona de desarrollo de la Espol.

Lo que caracteriza a los sectores prioritarios es que generan divisas, las que el país necesita con la pérdida de USD7 mil millones en ventas petroleras por la caída en el precio del petróleo. Si no exportamos, no podremos importar y tampoco dinamizar el consumo interno.

Agroindustria y pesca es lo que mejor hacemos: banano, camarón, atún, cacao, flores, palma africana. Podemos ampliar esas producciones, diversificarlas a productos similares, y darles valor agregado: la gran forma de aumentar exportaciones.

Esto requiere abrir mercados. Quienes nos van a comprar más no son Cuba o Irán. Será EE.UU., mercado que estamos perdiendo por la ceguera ideológica del Gobierno anterior. Hace bien el ministro Campana en plantear mejorar las condiciones de acceso a ese mercado.

El turismo crece, con la sofisticación del viajero internacional que busca nuevos destinos. Pero se necesita una gran inversión en infraestructura, en particular hotelera.

El problema para ambos sectores es que el Ecuador bajo Correa se volvió un país caro. Al subir los salarios desmedidamente a la vez que crecía el gasto público, la demanda de bienes y servicios creció más rápidamente que la producción interna, y la demanda se satisfizo por importaciones o aumentos de precios, que además eran inevitables por los mayores costos. Colombia es mucho más barato que Ecuador, lo que afecta por igual al turismo, exportaciones de banano y a la industria nacional.

Uno de los dos objetivos centrales de la nueva política económica, junto al adelgazamiento del Estado, debe ser bajar los costos de producir en el país.

El problema costos no se aplica a la minería. Ahí juega a favor que siendo el Ecuador un país pequeño densamente poblado, por más remota que nos parezca una mina, siempre hay relativamente cerca una carretera, una línea de transmisión eléctrica, un puerto marítimo, líneas telefónicas.

La minera australiana SolGold, al descubrir Cascabel, inmensa mina de cobre y oro en Imbabura, cerca del límite con Carchi y Esmeraldas, comprobó que el tren cuprífero de los Andes, tan visible en Chile y Perú, termina en Ecuador aunque a mayor profundidad.

La minería se viene en grande y apunta a ser el sector más ganador de los próximos diez años. (O)