“Tengo un acuerdo de cooperación eficaz con las moscas: si yo no intento caminar por las paredes, ellas no intentarán ejercer la abogacía” (Groucho Marx).

César: Que ellos tengan pasajes comprados no significa que viajan. Que viajen no significa que se van del país. Que se vayan del país no significa que escapan. Que escapen no significa que son culpables. Que sean culpables no significa que serán juzgados y condenados. Que lo sean no significa que pagarán su condena. Que la paguen no significa que no puedan beneficiarse de un acuerdo de cooperación eficaz. Que cooperen no significa que ello permitirá identificar a los supremos responsables de la corrupción durante la última década en nuestro país.

Nuestro sistema de justicia nunca mereció la plena confianza de los ciudadanos, y en el momento actual se halla en su nivel más bajo de credibilidad, al punto de que el excontralor es un prófugo de la justicia, el exfiscal es retenido para interrogación y el vicepresidente es averiguado acerca de su relación con la telaraña de la corrupción. Tan poca credibilidad que a los llamados “asambleístas” les conviene ese nombre, ya que el de “legisladores” les queda demasiado grande: están más ocupados en acorazar al vicepresidente de la República que en legislar y fiscalizar. ¿Qué significa el que sea el presidente de la Asamblea quien gestiona la entrega de un exministro corrupto, sin que el fiscal general de la nación y el ministro del Interior hayan sabido nada de ello? ¿Un acuerdo entre excompañeros de gabinete? ¿Cómo se les ocurre declarar –en primera instancia– que la “entrega” se realizó sin condiciones? ¿Acaso creen que los ecuatorianos somos estúpidos?

Y… quizás lo somos. Porque festejamos las improbables explicaciones del exfiscal como si fueran las hilarantes pero inteligentes argumentaciones de Groucho Marx cuando hacía de abogado. Porque el humor popular ya no sirve para protestar contra los tiranos sino para banalizar la corrupción de modo que todo siga igual: riamos de aquello que nunca intentaremos realmente cambiar. Porque seguimos eligiendo a quienes trabajarán para que solo cambien las apariencias y la estructura permanezca intocada. Porque soportamos sin protestar a políticos ignorantes y perversos. Porque toleramos que los asesores del presidente Moreno lo desautoricen, digan lo que les da la gana y vayan a rendir pleitesía en Bruselas. Porque no hemos asumido que los ciudadanos comunes somos corresponsables del imperio de la corrupción en el Ecuador, desde que en nuestra vida cotidiana pagamos pequeñas coimas para abreviar gestiones o evitar multas de tránsito.

En el Ecuador, la leguleyada le gana a la ley, la representación teatral suplanta al acto de justicia, el mayor investigador y denunciante de la corrupción oficial organizada está exiliado en Lima, y algunos de los máximos culpables disfrutan de las playas de Miami. Los gallinazos contra las escopetas: el resultado de una década de retórica sofista pero conveniente para la comodidad de los más poderosos del país, y persuasiva para los ciudadanos que aspiran a la perfección sin esfuerzo. Si nuestra vida política es una comedia clase B con malos actores y guionistas mediocres, es peligroso que los ecuatorianos nos quedemos como espectadores que se limitan a mirar y reír. (O)