Muchos ciudadanos legítimamente optan por la política, incluso hacen de la política su profesión; esta actividad debería ser vista como un deber cívico de entrega a una noble causa, para servir a la colectividad, dejando la tranquilidad personal para correr riesgos, alejándose de la familia, sin cálculos, sin esperar réditos económicos ni ascensos sociales, peor reconocimientos y recompensas; estoy pensando en el deber ser. En la práctica, para muchos, el ser político y practicar la política es totalmente diferente; es buscar el atajo para enriquecerse rápidamente, llenarse de privilegios y canonjías, exigir prebendas, honores inmerecidos; recompensas por obligaciones que deben ser cumplidas.

Una frase y una palabra usamos en lo cotidiano, “patente de corso” y “chanchullo”. La patente de corso era un documento oficial por el cual un capitán de barco podía ejercer las acciones propias de un pirata contra las naves mercantes para arrebatarles la carga que transportaban, excepto, claro está, las naves del país que le había expedido la “patente”. Este procedimiento fue muy utilizado en los siglos XVI y XVII, especialmente por órdenes de su majestad británica, en forma especial contra los barcos españoles que viajaban a Europa cargados de riquezas provenientes de América, lo que le reportó grandes beneficios. En la época de los piratas y corsarios, estos asolaban los mares y asaltaban también puertos (Guayaquil fue víctima de saqueos); cuando lograban someter a su voluntad a la población o a la nave asaltada, era abordada y “legítimamente” se asían del botín y se repartían de acuerdo con su jerarquía. Estos bandidos, con la población o tripulación asaltada hacían lo que les daba la gana, total era su botín. Como vemos, esta práctica cobró “legalidad” a través de la llamada “patente de corso” otorgada por una de las potencias navales de aquel entonces. Ahora, la frase patente de corso se la emplea para referirse a aquel que hace todo tipo de tropelías abusando de su poder.

“El término chanchullo aparece por primera vez en el Diccionario de la RAE de 1853 dándole la acepción de ‘acción de mal género, hecho oculto, estafa y robo’. El vocablo provenía de ‘chancha’ (Embuste, mentira, engaño). Al que hace chanchullos se le conoce como chanchullero”.

En nuestro país parece que no han cambiado mayormente los asaltos de los piratas y corsarios de antaño, sino en las formas; los políticos que llevan el germen de la corrupción que ganan las elecciones creen que es suficiente motivo para abusar del poder y para llenarse de privilegios y canonjías sin pudor; para tener derecho a vehículo personal, chofer, guardaespaldas para el titular y su familia, jugosos viáticos, viajes, avión privado, honores; lo mismo para sus parientes, amigos y compadres incondicionales.

En conclusión, en estos diez años que gobernó Rafael Correa, a su entorno de incondicionales les otorgó patente de corso para que participaran de atracos y chanchullos de los bienes públicos, y lo más grave es que esos atracos y chanchullos pretenden quedar en la impunidad, con la complicidad de jueces y fiscales. La sociedad clama castigo para estos corsarios modernos que han saqueado sin pudor el erario nacional y que no solo vayan a la cárcel, sino que devuelvan todo lo que han robado. (O)