Con retraso, la Cancillería ecuatoriana protestó, el 18 de agosto de 2017, ante el embajador de China, por la presencia de barcos pesqueros de ese país en la zona exclusiva económica del Ecuador. El hecho es que una inmensa flota de 197 barcos se encuentra en el sur de las islas Galápagos. La Marina ecuatoriana ha capturado un barco pesquero chino que transportaba cerca de 300 toneladas de especies marinas protegidas. La Marina ha señalado las limitaciones que tiene para poder controlar una flota pesquera de tan gran magnitud. Dada la cercanía del Gobierno de la Revolución Ciudadana con el de China, es de suponer que este último le habrá informado con anticipación de sus intenciones. La inmensa flota pesquera china –la más grande del mundo– es ya tristemente célebre por la depredación de muchos mares, principalmente en las costas de países atrasados del África, como el de Senegal, donde parece que actúan con la anuencia de autoridades corruptas. Las críticas formuladas por la ONU y otras instituciones mundiales, reflejadas ya en la prensa internacional, en diarios como el Guardian de Inglaterra y el New York Times, nos hacen ver que no nos encontramos ante un hecho pasajero y que esto puede traer terribles daños a las especies marinas y a la ecología del mar ecuatoriano. Circula la versión de que la flota pudiera estar aprovechando, ilegalmente, de combustible ecuatoriano subsidiado para nuestros pescadores. Circula, también, la versión de que las islas Galápagos pudieran haber sido consideradas como garantía de los préstamos chinos, que ya tienen la del petróleo ecuatoriano. Alguna vez, Correa mencionó esta posibilidad. Todo esto merece una aclaración oficial y justifica la creación de una Comisión de la Verdad, absolutamente independiente, que investigue la totalidad de los contratos con la China para determinar cuáles son las garantías que ha otorgado el Gobierno ecuatoriano, a qué jurisdicciones de la China y del mundo se ha sometido. Cuando el país no disponía de petróleo, su presupuesto era del uno por ciento del actual, sus gobiernos –particularmente de Velasco Ibarra y de Arosemena Monroy– defendieron, vigorosamente, las riquezas de nuestro mar, en la llamada “guerra del atún”, en la que triunfamos. Ahora, que según la Revolución Ciudadana el Ecuador ha empezado a existir, esperamos una vigorosa defensa de nuestra soberanía.

Hoy, que sufrimos la intromisión de una potencia extracontinental, deberemos considerar si hicimos bien, en 2014, en denunciar el Tratado Interamericano de Defensa Recíproca (TIAR). Tal vez suponemos que enviarán sus flotas a defendernos nuestros aliados denunciantes del TIAR: Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Nada es más peligroso para una nación que el aislamiento. Con motivo de la torpe actuación de la Cancillería ecuatoriana de solidaridad con Venezuela, con su inconstitucional Constituyente, nos hemos alejado de la gran mayoría de América. Esto debe ser enmendado de urgencia. El presidente ha hecho importantes rectificaciones, como la del reconocimiento de la existencia de presos políticos, pero no ha decidido si reconoce a la Asamblea Legislativa o a la dictatorial Asamblea Constituyente. La Unión Europea, el Mercosur, la mayoría de América desconocen a la tal Constituyente. ¡Hay que decidir! (O)