Contrariamente a lo acostumbrado en nuestro medio, lo jurídico se ha impuesto a lo político. Por lo menos, es lo que ha sucedido en el análisis del retorno de Carlos Pareja Yannuzzelli. Cualquier persona que haya seguido con alguna atención la información proporcionada por los medios, tendrá suficientes elementos sobre los detalles del proceso que deberá impulsar el fiscal, conocerá lo fundamental de la forma de delación premiada que se denomina cooperación eficaz y sabrá que varios peces deben caer para que se beneficie de la reducción de penas. Pero esa misma persona no encontrará explicaciones sobre las causas que le motivaron a entregarse, ni sobre la intervención de personas ajenas al sistema judicial y mucho menos acerca de las posiciones asumidas por los actores políticos. Sobre todo, no entenderá que, como cualquiera de nosotros, el propio fiscal tampoco tenía idea de lo que sucedía, con el agravante de que a él le corresponde tomar cartas en el asunto.

En situaciones como esta, que además ocurre en el neblinoso contexto de la ropa que nunca se lava fuera de casa, solo queda acudir a las hipótesis. Así, sobre la forma en que fue traído y las personas que participaron en ello, es imposible suponer que José Serrano, personaje de larga trayectoria política y actual presidente de la Asamblea, no hubiera sopesado previamente las consecuencias políticas de su acto. Por patrióticas que hayan sido sus motivaciones, no podía haber dejado de considerar que Capaya iba a provocar un terremoto con muertos y heridos en las filas de AP. Imposible que no valorara, antes de dar cada uno de sus pasos, que Pareja tendría que disparar solamente hacia arriba para salvarse por medio de la cooperación eficaz. Inconcebible que no recordara que ahí arriba hay solamente dos cabezas y que a la una –la de Glas– ya había apuntado en los videos que circularon durante la campaña. Si llegara a decirnos que no pensó en todo eso, sería pintarse como un ingenuo y sentiríamos que nos aplica el pendejómetro. En cambio, si acepta que actuó con plena conciencia de esas implicaciones, la hipótesis apuntaría a la máxima que aconseja entregar una presa para evitar que todos sean arrastrados.

En cuanto a la exclusión del fiscal en la cinematográfica traída de Pareja, hasta el momento no hay una explicación y ni siquiera el propio involucrado/excluido la ha dado. La palabra que surge de inmediato es desconfianza. No se puede entender de otra manera que el acusador judicial, la persona sobre la que va a caer toda la responsabilidad de la acusación y que deberá aceptar o negar la cooperación de Pareja, se haya enterado de la llegada por las redes sociales o por los medios de comunicación. La hipótesis más probable es que se lo quiso colocar ante hechos consumados. Con Capaya en una cárcel ecuatoriana, el fiscal no podía seguir los lentos e inútiles pasos de su antecesor y, lo que debe ser más duro, tampoco podía seguir el guion de su exjefe. Jugada maestra. (O)