Salvador Izquierdo es el seudónimo del escritor Jorge Izquierdo Salvador; él, como miles de jóvenes, se benefició de programas culturales y educativos del gobierno de Rafael Correa: obtuvo fondos para su primer libro de cuentos que fue publicado en 2008 con el auspicio del Ministerio de Cultura; ganó una beca de la Senescyt para universidades de excelencia con la que está finalizando su doctorado en literatura en una institución canadiense; también recibió una excelente oferta para trabajar como profesor en la Universidad de las Artes en Guayaquil. Izquierdo siente, pues, que su producción intelectual estuvo atravesada por el correísmo.

Me permito señalar lo anterior porque es el mismo Izquierdo quien cuenta todo eso en el prólogo de su libro de relatos Te perdono régimen (Quito y Buenos Aires, La Caída, 2017). Pero aquí viene lo curioso: su prólogo expresa un desencanto extremo por parte de quien, supuestamente, debiera sentirse muy agradecido por esas políticas correístas. Pero no. El valiente prólogo se refiere a la década correísta con tristeza y frustración, y funciona como una denuncia de la kafkiana máquina estatal de la revolución ciudadana que ha sido montada para dar “seguimiento” a los becados y sus rendimientos.

Izquierdo desnuda el horror del control de quienes han recibido esas becas. Casi en un tono trágico-picaresco, narra el peregrinaje absurdo por conseguir en Canadá, donde hizo sus estudios, facturas que no pusieran ‘consumidor final’ sino su nombre, para poder así justificar sus gastos. Izquierdo sostiene que a la burocracia estatal solo le interesa la factura con su nombre y no el tema de su tesis o lo que está escribiendo. Y, lo que es peor, da un testimonio de lo que ha devenido la Universidad de las Artes: “La institución se ha reducido a un fango burocrático en el cual parecería que lo de menos es enseñar o resolver cuestiones académicas”.

“Más bien –continúa diciendo Izquierdo– tienen al personal ocupado en reuniones en las que se discuten los futuros posgrados, los futuros espacios de laboratorio, el futuro evento cultural masivo que va a convocar al pueblo guayasense a integrarse por las artes y el inefable Instituto Latinoamericano de Investigación que organiza grandiosas charlas que tienen como objetivo discutir la importancia de investigar en, desde y para las artes”. Lo que el prólogo revela es espeluznante: “Espero que estos relatos reflejen las contradicciones de estos últimos diez años; la humillación y los desplazamientos de estos años; el volumen demasiado alto y la precipitación de estos años”.

“Yo le perdono al régimen –concluye Izquierdo– por lo que me ha tocado. Finalmente, no es nada grave, solo una pérdida de energía y un despotenciamiento. Pero soy de los afortunados y hay cosas más allá de mi experiencia sobre las que habría que meditar: las listas negras de escritores y artistas, por ejemplo, las interminables y sucesivas consultorías, las comisiones gestoras, la corrupción; pero, sobre todo, el maltrato generalizado, la violencia de estos años, recubierta por caracoles de ‘ama la vida’”. ¿Listas negras? ¿Corrupción? ¿Esa que rodea al vicepresidente Jorge G. o hay otras en el ámbito universitario? ¿Puede ser perdonado el correísmo? (O)