Los puentes vacacionales nos vienen bien. Mucha gente los aprovecha para divertirse y viajar, para contento de los operadores turísticos y de quienes viven de esa lícita actividad. Cuentan sus ganancias los transportistas, los hoteleros, los vendedores de comida. Se mueven el dinero y la riqueza. Enhorabuena.

Pero el civismo sufre. Muchos no reparan ni se interesan en el porqué de los feriados, del significado de las conmemoraciones históricas. Poco a poco se va perdiendo el recuerdo de aquellos que se arriesgaron por un ideal y triunfaron. Cuando era niño, la gente se ponía futre en las fiestas del 9 de Octubre. Se estrenaban vestidos y zapatos. Y en el colegio Santistevan los salesianos organizaban veladas con poesías, comedias y coros de óperas. (Allí aprendí a cantar “Va pensiero”.) Como es obvio, había la conferencia “alusiva a la fecha” y con todas las exageraciones de la historia didascálica, según Polibio, aprendíamos a venerar a nuestros héroes.

La Cívica es una materia olvidada, parece que sobra y fastidia porque exige conductas de bien. Ya no se habla de honradez, de amor a la patria. Por el camino de la comodidad y el afán de ganar dinero nos vamos deslizando a la indiferencia y no nos importa lo que pasa en nuestro país. Amar a la patria es respetarla en sus símbolos, sus tradiciones, sus bienes, su dinero. Decimos que los fondos públicos son sagrados, que deben ser respetados y que quienes los roban deben ser castigados según la ley penal. Varias voces, incluyendo la mía, se han levantado para denunciar que el dinero que se roban afecta directamente al bolsillo de la gente. Hemos corrompido también la conciencia popular con la cínica estupidez, repetida a troche y moche, de que “no importa que robe con tal que haga obras”. Cuando fui ministro de Educación, Cultura y Deportes inicié una reforma curricular para reinsertar en la educación básica las materias de Ética y Cívica. No rindió los frutos esperados porque quienes deben enseñarlas son los maestros y había que enseñárselas primero a ellos. No lo hicimos porque las dábamos por sabidas. “Hay verdades que por sabidas se callan y por calladas se olvidan”, recuerda un viejo refrán. Aristóteles aconsejaba que “los hombres reciban en su juventud una educación y disciplina adecuadas para que al llegar a la plenitud de la edad viril practiquen esos preceptos y se acostumbren a ellos”.

Nunca tendremos un gobierno absolutamente honrado. Los funcionarios públicos están expuestos a la tentación del dinero fácil, de recibir premios y de enriquecerse. Si además su conciencia ética es débil o inexistente, tenemos al “sapo” que hace lo que el pueblo no condena, porque la conciencia popular es demasiado laxa, relajada. Sin embargo, esa persona que dispuso del dinero de todos debe ser castigada.

Hay tres fechas importantes que no deberíamos dejar de celebrar el mismo día: el 10 de Agosto, el 9 de Octubre y el 24 de Mayo. Si usted no sabe por qué, me está dando la razón. (O)