Una vez más el terrorismo ha enlutado al mundo. En Barcelona, una furgoneta atropelló a decenas de personas en uno de los lugares más visitados de la ciudad. La Policía ha confirmado que hay al menos 13 muertos y 80 heridos, 10 de ellos muy graves.

Uno de los sospechosos fue apresado y otros dos huyeron. El comercio, el transporte público y la ciudad misma se paralizaron.

El método utilizado para la agresión es cada vez más usado por los yihadistas. En un año han ocurrido en Europa ocho atentados similares.

La solidaridad internacional se manifestó de inmediato y los mensajes han sido de todo tipo, desde el de la alcaldesa de París: “Los valores del amor y la tolerancia siempre serán más fuertes que el terrorismo”, hasta el del secretario de Estado de Estados unidos: “Los terroristas del mundo deberían saber que Estados Unidos y sus aliados están decididos a encontrarlos y llevarlos ante la justicia”.

Lo cierto es que el terrorismo es producto del fanatismo, fruto de la ignorancia y que entre todos los esfuerzos que se hagan para erradicarlo, no hay que olvidar la necesidad de educar para construir un mundo sin fanáticos. (O)