-Un joven de 23 años asiste con grandes esfuerzos a la Universidad con la ilusión de terminar su carrera de agronomía. Cuando tenía 5 descubrieron que padece una enfermedad congénita: neurofibromatosis quística. Su cuerpo fabrica tumores (neurofibromas) y ha tenido que operarse varias veces. La operación del último tumor le ha afectado su lado izquierdo, está caminando con dificultad y realiza sus tareas solo con la mano derecha. Llevar la mochila es un gran esfuerzo y sin embargo él no falta a sus clases. Tiene el apoyo de sus padres, esforzados trabajadores pobres de bienes pero ricos en unión familiar y fe en Dios.

-Ella casi muere antes del parto por hemorragia intensa y su niña nace con graves problemas de retraso mental, motor y en el habla. Múltiples consultas y exámenes médicos, terapias... finalmente empieza a caminar a los 5 años con ayuda. Emite sonidos y sonríe como un angelito iluminando el día a cualquiera que pueda percibir la luz. No está sola porque tiene una madre que lucha y trabaja como doméstica y reparte sus horas entre la escuela, las terapias equinas y los médicos.

-De 23 años y con cuatro hijos porque a los 14 se marchó de su casa para evitar maltratos de un padre alcohólico, hoy lucha porque su tercer hijo, un amoroso niño de 3 años, tiene cáncer y ya perdió un riñón. Ella, hoy más que nunca echa de menos no haberse preparado como sus hermanos para tener una profesión que le permita solventar mejor los gastos del niño.

Tres ejemplos del dolor que no respeta clases sociales, pero que en los más pobres añade la limitación de los recursos y el tener que gestionar en las instituciones sociales, fundaciones, etcétera, ayuda para alimentar la esperanza de sanación o alivio, para darles la alimentación y medicinas necesarias.

Ustedes, queridos lectores, conocerán muchos casos así de sufrimiento y carestía mientras nos agobia el escándalo de la corrupción del anterior Gobierno, con su daño irreparable porque afecta a los más pobres que se cansan de esperar y de escuchar siempre lo mismo, mientras que a ellos les falta tanto…

Y se añade el problema gravísimo del mal ejemplo a todos los que aprovechan para autojustificar su propia corrupción: “Si otros roban mucho, yo puedo robar poco…”.

Recordemos al papa Francisco el 2014:

“El corrupto se cree un vencedor”. Dijo que en un ambiente de triunfalismo, esta persona “se pavonea para menospreciar a los otros. El corrupto no conoce la hermandad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad”.

“Las formas de corrupción que se necesitan perseguir con mayor severidad son aquellas que causan graves daños sociales, sea en materia económica y social (…) como en cualquier tipo de obstáculo que interfiere con el ejercicio de la justicia con la intención de procurar la impunidad de los propios delitos o de terceros”.

“La corrupción es un mal más grande que el pecado. Más que ser perdonado, este mal debe ser curado”. (O)