En relación con la saludable y necesaria decisión de Lenín Moreno de despojar al vicepresidente de la República de todas las atribuciones y delegaciones previamente asignadas se dan varias lecturas, entre ellas, la responsabilidad política que asumió en su momento Moreno al haber aceptado la imposición de un compañero de fórmula altamente cuestionado en lugar de otros actores de su movimiento político, entendiendo naturalmente que en ese caso lo que primó fue la voluntad todopoderosa del exmandatario, para quien incluso el actual vicepresidente debía ser su natural sucesor. En todo caso, en algún momento se conocerá cómo transcurrió la dinámica de las decisiones políticas que virtualmente ataron al actual presidente a aceptar a Glas como parte del binomio presidencial.

Otra lectura interesante se da en torno al respaldo ciudadano a las decisiones que ha tomado Lenín Moreno, sorprendiendo a algunos el alto porcentaje de apoyo granjeado por el actual gobernante en su jornada contra los actos de corrupción que son de dominio público, lo que a su vez permite interpretar que estos hechos sí resultan trascendentes para la opinión pública, a diferencia de lo que comúnmente se suele entender que la demostración de entereza frente a la corrupción es un hecho que pasa inadvertido para las grandes mayorías. Ahora bien y como suele ocurrir con los niveles de popularidad de los gobernantes, estos fluctúan en virtud de varios factores y circunstancias, por lo que resultaría ingenuo presumir que solo el combate contra la corrupción va a traer réditos suficientes y necesarios para mantener los altos niveles de aceptación con que cuenta ahora el mandatario.

Pero el análisis más importante debe darse en relación con el reacomodo del peso político dentro del movimiento PAIS, especialmente si se toma en cuenta la presencia del vicepresidente, ahora convertido en un contradictor político directo por más escasa credibilidad que posea, así como la militancia del expresidente, enervado y beligerante, destinado a su vez a transformarse en el adversario más acérrimo de Lenín Moreno durante su gestión de poder, circunstancia que plantea una serie de conjeturas y dudas si se percibe adicionalmente la alineación de fuerzas dentro de la Asamblea Nacional y la presencia de actores dócilmente mimetizados con el pensamiento correísta, pero cuya lealtad puede deparar muchas sorpresas más temprano que tarde. En ese contexto, Lenín Moreno deberá demostrar su olfato político para anticipar las múltiples trampas y escollos que inevitablemente se plantearán desde y en el interior de su agrupación política.

Por eso es que deberá el presidente actuar con mucha sagacidad para cubrir esa sensación de desamparo en la cual pueden haber caído varios de sus coidearios y que quedó fielmente planteada con la anecdótica aseveración de un asambleísta cuando mencionó que no sabía con quién irse, “si con el papá o con la mamá”, duda comprensible cuando se es menor de edad y duele tanto la separación que no queda otra que ponerse triste y ¿por qué no? hacer algo de berrinche. (O)