Veo con preocupación los acontecimientos en Venezuela; no solo por los ya más de cien muertos resultantes de esta última ronda de protestas, sino también por el drama humano y cotidiano que observo en mi rededor. Jóvenes mujeres venezolanas que usan el cochecito de sus bebés para vender donas, o el auditor de banco que ahora lava carros con su familia y tantos más. En ellos veo rostros de alivio y tristeza y gestos amables en busca de aceptación en un medio extraño. Me siento movido a llamar la atención sobre la hora dramática que vive este país hermano; para eso, recurro a las opiniones de dos analistas que he conocido y respeto para que nos ayuden a poner perspectiva a estos eventos de espanto.

El primero, un exguerrillero salvadoreño que empuñó armas para hacer una revolución socialista en su país. Con ese pasado a cuestas, escribe un análisis de la situación de Venezuela y concluye que Maduro se está convirtiendo en el sepulturero de la Revolución Bolivariana. Sostiene además que Venezuela es el eje de tres transiciones: el tránsito hacia la paz en Colombia, el giro hacia el capitalismo de Cuba y la implosión del socialismo del siglo XXI en Venezuela. “Los 100 días de protestas contra Maduro se han convertido en la rebelión pacífica más prolongada y de mayor participación en la historia de Latinoamérica. Ninguna dictadura anterior enfrentó un rechazo tan contundente”, sostiene Joaquín Villalobos. “Es totalmente falso que en Venezuela haya una lucha entre izquierda revolucionaria y derecha fascista; el régimen venezolano está enfrentado a una coalición de fuerzas esencialmente de centro que incluye a partidos, líderes, organizaciones sociales e intelectuales de izquierda que creen en la democracia y el mercado”, puntualiza. El retrato que pinta sobre los militares es de miedo. Describe un régimen más basado en el dinero que en la ideología: “La plata venezolana logró que intelectuales de primer y tercer mundo establecieran que los antes ‘gorilas derechistas’ fueran reconocidos como un fenómeno revolucionario”, sentencia.

Vea https://elpais.com/elpais/2017/07/13/opinion/1499932152_975666.html.

Me siento movido a llamar la atención sobre la hora dramática que vive este país hermano; para eso, recurro a las opiniones de dos analistas que he conocido y respeto, para que nos ayuden a poner perspectiva a estos eventos de espanto.

El segundo análisis viene de un distinguido y galardonado economista venezolano, Moisés Naím, a partir de los anuncios de sanciones a Venezuela, si Maduro persiste con el empeño de conformar una nueva constituyente. Cree que las sanciones incluirían un bloqueo. Muchos asociarán este nombre con el Banco Mundial. Paradójicamente, Naím aconseja no emprender ese camino. “Veo la posibilidad de que esta medida más bien termine fortaleciendo al gobierno de Caracas, debilitando a la oposición y agravando la crisis humanitaria que está devastando a los venezolanos”, dice. Argumenta que el efecto económico que un embargo buscaría, ya está operando sin necesidad de intervención: “La trágica realidad es que ya no hay suficientes dólares para importar lo que hace falta para nutrir y medicar adecuadamente a todos los venezolanos”. Apunta que “la tragedia venezolana tiene responsables muy claros. El mundo ya ha entendido que los venezolanos sufren por culpa de la oligarquía chavista que ha gobernado al país durante 18 años bajo la tutela de La Habana”.

Vea https://elpais.com/elpais/2017/07/22/opinion/1500736448_801513.html.

Los dos analistas convergen en señalar la enorme dependencia de Venezuela respecto de Estados Unidos. Si realmente quisieran tumbar al régimen bolivariano, solo tendrían que dejar de comprar su petróleo que apenas representa el 8% de la demanda americana, a pesar de ser el principal comprador de Venezuela; o intervenir sus refinerías en territorio del imperio; o clausurar sus gasolineras en USA, por no mencionar la intervención de las millonarias cuentas y bienes de los revolucionarios. De nuestra parte, no podemos seguir indiferentes a todo lo que está en juego en Venezuela, para los venezolanos y para el resto del continente. (O)