1.- La apertura fue y es una necesidad. El régimen actual de Ecuador es producto del empate político, hijo directo de una legitimidad estrecha, de un préstamo electoral con devolución prevista. Actualmente goza del periodo de gracia que conceden los ciudadanos al nuevo gobierno. Dispone del apoyo prestado por los electores que se sumaron a Lasso entre la primera y segunda vueltas. Consiguientemente, un apoyo frágil y condicionado. Pero necesario para (sobre)vivir en el mar agitado que se viene, el corolario de la engañosa mesa servida. Para que el régimen pueda organizarse, al menos por un tiempo. Reconocer esta realidad llevó al régimen a promover la apertura que se vive, en los términos en que se la vive. La apertura o más propiamente distensión, es consecuencia de una necesidad. Su fruto directo, más que una expresión de voluntad política, fue y es un proceso necesario… Como también es una necesidad que la sociedad reconozca los tiempos que se viven. Justamente para que pueda moverse con agilidad en la apertura. Mientras dure, mientras más larga, mejor. Y reconocer la necesidad de distensión desde su perspectiva. Sin cerrarse, ni engañarse. Justamente. Para actuar consecuentemente.

2.- La distensión solo podrá sostenerse con más apertura. Porque el autoritarismo represó importantes rubros de la libertad que no han sido tratados. Y que deben ser abordados. La población demanda más y más consecuencia. Hasta llegar a la reforma institucional. Más allá de la cosmética política y de la cooptación burocrática. Porque el soporte político en el conjunto y en cada una de las partes del autoritarismo será traicionero para el régimen y para la sociedad. La traición fluye dentro del poder y con la sociedad. Es un juego de tronos. La gama de alianzas a tejer debe ser estratégica. Porque la transición debe hacerse por fuera del autoritarismo, ya que no podrán hacerlo las élites más comprometidas del viejo régimen. Ni la totalidad de sus bases políticas y sociales. Están limitadas estructural, política y genitalmente.

3.- El juego táctico de una de cal y otra de arena solo conduce a la incoherencia. Llamémoslo provisoria y cautelosamente, el proyecto del nuevo régimen de provocar simultáneamente acontecimientos contradictorios, buscando el contento de propios y extraños, solo conduce a la inconsistencia. De la gestión pública cuya rectitud es requisito indispensable para el equilibrio económico y la gobernanza. De la gestión política para que sea creíble y pueda llegar a buen puerto. El juego (¿banalidad de poder?) de un paso adelante y dos atrás lleva inexorablemente al fracaso. La incoherencia desconoce que política no es un juego de astucia, ni de mañosería. Es saber hacia dónde conducir estratégicamente a la nación para saber por dónde producir tácticamente los acontecimientos. Los “vivísimos” tienen como destino el sepulcro en la última fila de la historia. No se puede servir a dos amos. Ni ser líder de dominadores y dominantes. Tratar de navegar a horcajadas asentado en dos barcos con rumbos diferentes no es sino descuartizarse voluntariamente. Ecuador está ante una disyuntiva que no permite medias tintas. La cautela y la gradualidad, parte de la política, no pueden ni deben esconder a la incoherencia.

4.- Hacerlo todo light lleva a la muerte deep en política. Una distensión ligera, cosmética, superficial detendrá la recuperación democrática, que se traduce en una profunda, irreversible, incalificable muerte política de las aspiraciones ciudadanas. Siempre se pueden hacer peor las cosas como la política pública, las decisiones para el rumbo de la apertura. Una transición política light –ligera, superficial, suave– no es posible sino a costa de sus principales definiciones. Esto es, sin implantar nuevas instituciones garantes de la apertura y la libertad. Con reformas legales tibias de la comunicación o la asociación, el sistema electoral o la justicia, el autoritarismo quedará latente. Sin transparencia se socapa a la corrupción, se detiene al control social y se aúpa a los controladores de la sociedad.

La distensión solo podrá sostenerse con más apertura. Porque el autoritarismo represó importantes rubros de la libertad que no han sido tratados. Y que deben ser abordados. La población demanda más y más consecuencia. Hasta llegar a la reforma institucional.

5.- La mejor forma de una transición light es mimetizar el pasado inmediato. Convertir a los captores en redentores, a los dominadores en liberadores, a los esclavistas en libertarios. Se puede hacerlo. Pero a costa de la credibilidad. Es obvio que debe existir derecho al cambio de los actores del viejo régimen. Y que es necesario incorporar al cambio y a las fuerzas de la transición a quien genuinamente se reconozca en la nueva situación. Pero no se puede conciliarlo todo. Ni se debe. La memoria, incluso la frágil, no puede consistir en olvidarlo todo. Como que todo empezó hace 100 días. Los ecuatorianos compramos la idea de que la historia comenzó hace 10 años. Y cuánto nos ha costado el falso olvido. Costó y cuesta la dificultad para reconocer a la histórica corrupción con nueva ropa, a las castas emergentes escudadas en la crítica a las castas pasadas. Borrón y cuenta nueva, no. Establecer el estado de la cuestión para construir una renovada y positiva lectura del futuro, sí.

6.- ¿Dejar respirar a la sociedad para volver a ahogarla? La historia de la tortura cuenta que se la ejecuta eficientemente mediante un torturador malo y otro bueno. Mientras el malo –el que ahoga al torturado en la bañera– se retira temporalmente de la escena, este es reemplazado por el bueno, quien ofrece un cigarrillo al torturado para tranquilizarlo, le da café para refrescarlo y le crea falsas expectativas de su inminente liberación. De este modo se elevan las probabilidades de éxito en la operación, para unos, y una felicidad pasajera para el otro.

7.- El tiempo político de la sociedad no es el tiempo político de Correa. Porque Correa dejó implantados muchos cerrojos, en el gabinete, en la asesoría, en el Parlamento, en la institucionalidad. La fundamental, su reelección… si se presenta la oportunidad, si provoca la muerte cruzada, aun al final del periodo. Y ahora sigue un curso acelerado de carcelero político. Porque la sociedad –política, civil– debe construir rápidamente trincheras para sostener el proceso de recuperación democrática. Incluso a despecho de la virginidad, que es siempre una forma cómoda de vivir el futuro como presente… saben cuál es el destino, por lo que no se molestan en cambiarlo. ¿Cuánto tiempo podemos concedernos como sociedad? ¿Cuánto tiempo se concede Correa? (O)