¡A mí darme una ternura! No pues de la ida del Correa, ¡qué dizque me va a dar eso ternura! Del Glas, digo. Estuvo bien sonreído en el balcón del palacio acompañando al licenciado Moreno cuando los más correístas de los correístas gritaban desde la plaza: ¡Fuera, Moreno, fuera!, y lo llamaban traidor mientras el licenciado Moreno, cariñosísimo, le deseaba a Rafael y a su familia un buen viaje. Y entonces el Glas oyó viaje y se acordó de que tenía que correr al aeropuerto. Y llegó para despedirse del Correa justo cuando le sacaba la perimbucha al licenciado Moreno y amenazaba con desafiliarse de Alianza PAIS. Pero el Glas, con los ojos humedecidos por la pena, le dijo que le han de seguir esperando hasta la victoria siempre porque del aeropuerto no los va a sacar nada ni nadie y que se vaya nomás porque pueden quitarle todo, menos el avión.

Chuta, no me dirán que no les da ternura. ¡Pobre Glas!, que necesita estar en ese corre corre para intentar salvar el pellejo: quiere quedarse como vice del Moreno y por eso busca desesperadamente tomarse aunque sea una selfie con él, pero al mismo tiempo no quiere perder la protección del Correa, que todavía conserva su hinchada en la Asamblea y tiene su gente en puestos clave. A todos ellos los va a necesitar cuando se rompa el parabrisas que lo protege y comiencen a saltar los vidrios de Caminosca, de Odebrecht, de las hidroeléctricas, de los contratos petroleros con los chinos.

O sea linda está poniéndose la política en esta etapa en que la revolución ciudadana presenta un fraccionamiento, como decimos los analistas a todo lo que se está haciendo pomada. Porque, igualito que el Glas, vemos a otros que, ante la posibilidad de quedarse huérfanos, corren del Correa hacia el Moreno en procura de su protección y amparo. Y lo logran, claro, porque el licenciado Moreno prefiere darles una embajada, un ministerio, una consultoría para que después no comiencen a gritar: ¡Fuera, Moreno, fuera!

Verán nomás cómo poco a poco toditos esos que el licenciado Moreno dijo que tenían un comportamiento ovejero se van a ir a que los trasquilen, con el argumento de que la revolución los necesita y por eso están dispuestos a transformar su balido en aullido. ¡Auuuuuu! han de gritar durísimo para hacerse oír, para que los tomen en cuenta, aunque ya no los dejen seguir andando en carros con chofer y guardaespaldas, poner en cargos públicos a todos sus familiares, viajar como locos, recibir sobornos, ni llegar a esos misteriosos “acuerdos entre privados”. Aullando han de comenzar a jalar el mantel con los dientes para que vean que la mesa no quedó servida.

¡Auuuuuu! han de aullar cuando les golpeen en las narices los vientos de libertad que el licenciado Moreno está generando y que a ellos les ha de causar escalofríos, acostumbrados como estuvieron a que no soplara otro aire que el huracanado que salía desde el palacio en que vivía su pastor, ese que no los dejaba alejarse del redil, los obligaba a obedecer, los azotaba públicamente con el cayado de su lengua y a quienes ahora, furioso, llama desleales cuando los pobrecitos –auuu auuuu auuuu– solo saben ser serviles. (O)