La tarea más grande que un hombre pueda desarrollar en bien de sus semejantes es ejercer el magisterio, porque comparte desinteresadamente sus conocimientos a los alumnos. Unos serán gratos con el maestro y lo recordarán toda su vida, mientras otros serán ingratos. Así es la vida.

En el duro proceso de aprendizaje, hay tres épocas en las que el maestro tiene mucha injerencia en la formación del individuo. Al inicio, es decir, en la etapa primaria, luego la secundaria y finalmente la universitaria. Quienes tuvimos la suerte de atravesar estos escenarios guardamos en nuestras mentes recuerdos imperecederos de nuestros queridos profesores, cada uno con cualidades diferentes del otro. En las distintas fases educativas, el maestro tiene que esforzarse para aprender y procesar conocimientos y experiencias a sus alumnos a quienes adopta como sus propios hijos. El tiempo lo hace más sabio y experimentado y aquello no tiene precio. La sabiduría impartida a sus pupilos será su íntima recompensa. Ellos esperan que al final de su carrera –jubilación– el Estado les conceda sus derechos, intuidos por mandato constitucional. Es decir, un derecho adquirido. No es una dádiva sujeta a la apreciación subjetiva de “diligentes” burócratas del Ministerio de Educación.

Precisamente, en el artículo ‘Justicia para maestros jubilados’, publicado el 11 de abril de 2011, relaté a los amigos lectores que en la península de Santa Elena en el año 2009 se acogieron a la jubilación decenas de maestros primarios y secundarios, quienes se sintieron perjudicados en casi 50% de sus beneficios, por la vigencia de la Constitución del 2008, y reclamaron mediante acción de protección ante la Corte Constitucional que les fue negada, pero que en otras direcciones provinciales del país sí fueron aceptadas convirtiéndose en jurisprudencia. Tremenda injusticia porque algunos maestros fallecieron esperando sus liquidaciones.

Preocupado por esta situación, insistí en otro artículo titulado ‘Maestros ignorados por la justicia’, publicado el 11 de agosto de 2014. Recordé a las autoridades educativas que los arts. 35 y 38 de la actual Constitución sostienen que los maestros “forman el grupo vulnerable, consecuentemente, son sujetos de atención prioritaria y especializada en los ámbitos públicos y privados, en especial en los campos de inclusión social y económica…”. La Corte Constitucional permaneció impávida.

Durante una década que lleva la mentada “Revolución Ciudadana”, el método educativo nacional fue cambiado. Los resultados son discutibles. La UNE ha sido borrada del mapa, ahora hay una asociación de profesores adherentes (políticos). Se ha establecido un sistema de quinquemestres que reemplaza al sistema tradicional trimestral, con las consecuencias negativas para el turismo nacional, etc. Tanto dinero se ha despilfarrado en cosas inútiles y a los maestros se les niegan sus derechos.

No descarto que algún momento se haga justicia. Tengo confianza en que Fander Falconí, actual ministro de Educación, corrija esta anomalía. Estimo que el presidente Lenín Moreno dará solución al respecto, pues su estilo de gobernar es distinto al anterior mandatario. No se puede administrar la cosa pública atropellando los derechos de los venerables maestros.

Reitero mi fervoroso respeto y cariño para todos los maestros del país, especialmente a los peninsulares. Que esta nota sea un recordatorio para que nunca más se cometa injusticia para este grupo de hombres y mujeres de edad avanzada que dieron parte de sus vidas beneficiando a quienes actualmente se desenvuelven en actividades preponderantes en la Península y país entero. Que la ingratitud sea cosa del pasado. (O)