Que dediquemos tiempo a comentar si está bien o no que haya diálogos entre el presidente y su gabinete con líderes políticos opositores, empresarios, dirigentes populares, alcaldes y organizaciones no gubernamentales y que se haya presentado en la Asamblea un proyecto de resolución de apoyo a la política de diálogo del presidente, que fue negado por el bloque del partido de Gobierno, que después presentó otra propuesta, que sí apoyaron para fortalecer la estrategia de diálogo de la Asamblea, es realmente preocupante.

El diálogo con todos y, especialmente, con quienes no comparten la misma filosofía política es una característica básica de la democracia o ¿es que la práctica de los últimos años nos hizo pensar en que la palabra solo era para quienes ejercían el poder?

El presidente Moreno tiene no solo el derecho, sino la obligación de dialogar con quien considere conveniente y necesario y esa decisión merece respeto. Ahora es el presidente de todos los ecuatorianos, de los que votaron y de los que no votaron por él, y una vez posesionado le corresponde conducir el país y pensar más allá de su partido. Y a los ciudadanos nos corresponde retomar la palabra, oír y hacernos oír. Sin diálogo no hay democracia. (O)