Las acciones de los grandes escritores están perseguidas por la curiosidad pública como las de cualquier famosillo. Una inquisición inexplicable nos empuja a bucear dentro de los puntos oscuros de sus vidas, con la misma dosis de admiración con que leemos sus obras. ¿Acaso nos atrae la idea de que –hechos de materia humana– también ocultan algunas miserias?

Lo cierto es que esta semana ha sido noticia el que Vargas Llosa haya hablado de García Márquez en la programación de verano de la Universidad Complutense de Madrid. Los lectores crecimos con la idea de que la ruptura de 1976 abrió un abismo insuperable entre los dos grandes del Boom. Yo, que fui temprana dueña de un ejemplar de Gabriel García Márquez: historia de un deicidio, fui testigo de la desazón de quienes querían conocer ese título y jamás encontraron la forma, porque Vargas Llosa no volvió a autorizar ninguna reedición de su enorme tesis doctoral, escrita en los tiempos de los cercanos vínculos entre los dos escritores.

Gabo murió en abril del 2014, y para entonces había circulado con creces la edición conmemorativa de Cien años de soledad, que en 2007 publicó la Asociación de Academias de la Lengua Española, para homenajear al colombiano que –algunos lo recordaron– había propuesto en el Congreso en Zacatecas de 1997 una liberación de la ortografía castellana. En esa edición de homenaje figuró parte de Historia de un deicidio, para sorpresa de los lectores, luego de décadas de negarse a autorizar ninguna reedición.

Que Vargas Llosa cuente anécdotas sobre la gestación y vivencia de su amistad con Gabo es un signo de que en la vejez se miran las cosas de otra manera: con ánimo atemperado, con distancia serena. Aunque haya mantenido silencio sobre los motivos de la famosa ruptura, bueno ha sido leer que recordó que se conocieron en Caracas, que se presentaron juntos en una actividad literaria en Lima y que, con el paso de los años, fueron tan cercanos que la pareja García Márquez-Barcha apadrinó al segundo hijo del peruano.

Lo que más impresiona es que tuvieron juntos el proyecto de escribir una novela a cuatro manos sobre la guerra colombiano-peruana de 1932. Por esos caminos fusionados pudo avanzar una relación creadora de un excepcional producto literario. El célebre puñetazo de Mario a Gabo propinado en México, al ingresar al Palacio de Bellas Artes, cerrado con el grito de “¡esto por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!”, según algunos periodistas, quedará para dilucidación de los historiadores, según diario El País. En el diálogo complutense no hubo intención de siquiera acercarse al tema.

¿Biografías de los autores? Pues sí, ya Gerard Martin, que se destacara por escribir la de García Márquez, prepara la del escritor peruano, con los desafíos de escribirla en vida del biografiado y estar sometido a los silencios o prudencias que agnados y cognados tienen cuando se trata de una persona próxima. Solo la distancia en el tiempo permite la exploración total de una vida, solamente la muerte libera ciertas ataduras que muchos tienen a la hora de opinar sobre los demás. (O)