Hay quienes piensan que la creciente agriura de las relaciones entre Lenín Moreno y Rafael Correa es una simple distracción toda vez que hay gestos y hechos que evidencian el sostenimiento de cordiales relaciones políticas entre el actual mandatario y el exgobernante, citando, por ejemplo, la reciente designación de Ricardo Patiño como consejero de Gobierno o la solicitud de beneplácito para el nombramiento de Alexis Mera como embajador del Ecuador en Estados Unidos. Sin embargo, resulta innegable que la serie de comentarios cruzados, especialmente en sus cuentas de Twitter, saca a flote sentimientos y opiniones que hacen presagiar tiempos tormentosos entre las relaciones de Lenín y Correa, con mayor razón cuando el actual presidente, más allá de señalar que “para el odio no cuenten conmigo”, incluyó un sugestivo mensaje en su cuenta referente al síndrome de abstinencia, definiéndolo como “reacción provocada por la reducción o suspensión brusca de una sustancia de la que se tiene dependencia” como el azúcar, el alcohol, las drogas… o el poder.

No hace falta mucha lectura para identificar de forma clara el destinatario del mensaje, quien habría desarrollado una relación de dependencia emocional derivada del ejercicio de un poder casi absoluto durante 10 años; una vez privado de dicho poder, se origina el síndrome de abstinencia citado por el presidente Moreno, lo que se pondría en evidencia con todos los comentarios vertidos en las últimas semanas por el exgobernante; a propósito, debe mencionarse que el síndrome de abstinencia del poder viene siendo utilizado hace algunas décadas en temas políticos en directa referencia al comportamiento de determinados mandatarios al dejar el poder, cuando en lugar de mantener una posición distante y equilibrada prefieren arrojarse sin control ni freno alguno al espiral de pasiones políticas, sin importar siquiera la cercanía mantenida con los nuevos gobernantes. Se comenta que uno de los ejemplos más claros del síndrome de abstinencia del poder lo dio hace algunos años el expresidente colombiano Álvaro Uribe, de quien se dijo encontró una “adicción paliativa” en su cuenta de Twitter, desarrollando una actitud de total confrontación en la red social al convertir su cuenta personal en un “gotero vivífico”.

Uribe habría encontrado a través de esa vía “la agitación necesaria para sobrellevar su aparente dependencia emocional del ordeno y mando”, de acuerdo con el criterio de entendidos en desórdenes emocionales, quienes aseguran que el síndrome de abstinencia del poder puede incorporarse en cierta estructura psicológica sin caer en la generalización, toda vez que se aclara que el síndrome es desarrollado de manera excluyente, no por todos los exgobernantes y que además requiere otros elementos para convertirse en una patología digna de estudio. Ahora bien, la respuesta emocional ante ese vacío del poder, ¿no era previsible en un político con una personalidad tan marcada con la confrontación como es la de Correa o se pensaba que en la práctica y tal como había anunciado hace algunos meses estaba dispuesto a alejarse de forma generosa del poder y de la influencia política generada a su alrededor?

A partir de ese punto cualquier análisis adicional forma parte de las inevitables conjeturas que se darán una vez que Correa emprenda su viaje al exterior: ¿su estadía en Europa marcará su distanciamiento efectivo de la política en el Ecuador o esa posibilidad es impensable en el caso de Correa?, ¿su ausencia permitirá consolidar un manejo de poder independiente por parte de Lenín Moreno o esa opción es inviable en los objetivos políticos del exmandatario? Nadie lo sabe, o quizás Lenín Moreno sí, a plenitud. (O)