La Arquidiócesis de Guayaquil, en solemne ceremonia, dio inicio a la causa de beatificación de monseñor Juan Ignacio Larrea Holguín, quien fue arzobispo de Guayaquil desde junio de 1988 hasta mayo del 2003. Falleció el 27 de agosto del 2006.

Larrea nació en Buenos Aires en 1928, en el seno de una familia tradicional católica, madre ambateña y padre quiteño, historiador y diplomático. Se educó en colegios de los Hermanos Cristianos, pero nunca pensó en ser sacerdote. Sus estudios universitarios en Roma le hicieron tropezar, en 1948, con el Opus Dei y con su fundador, el carismático joven sacerdote José María Escrivá de Balaguer, quien se había trasladado a esa ciudad en busca de la aprobación de la Santa Sede.

Es el mismo papa Pío XII quien recomienda al doctor Carlos Manuel Larrea, embajador del Ecuador ante el Vaticano, que su hijo Juan Ignacio permanezca en una residencia universitaria de la Obra. De esa manera, a los pocos meses de recibir formación espiritual directa del fundador del Opus Dei, Juan Larrea, a la edad de 21 años, pide la admisión al OD. Es el primer ecuatoriano en ingresar a sus filas.

Después de graduarse en Roma, de doctor en Derecho Civil y Canónico, regresa al Ecuador en 1952, con la misión de hacer conocer el Opus Dei e iniciar labores apostólicas. Su reconocida inteligencia e indiscutible liderazgo lo convierten en poco tiempo en un académico prolífico de reconocido y temprano prestigio.

En el Opus Dei descubre el valor divino de lo humano, la llamada de santificación a todos los fieles y la moderna visión de vivir esa vocación, sin abandonar la vida ordinaria de todo hombre o mujer. El fundador inculcaba en sus hijos la excelencia en los estudios y profesión, como un instrumento de santificación. Ese desafío debe ser lo que más atrajo a este intelectual, hombre de letras, a dedicar su vida al servicio y gloria de Dios.

Se hace sacerdote, luego obispo, y siempre con una humildad y sencillez que sorprende en un hombre que se destacaba en todo lo que hacía. Hace suyo el espíritu del Opus Dei, da ejemplo e inspira a muchos, a considerar esta nueva opción de vida.

Los testimonios que se recojan y la intervención de Dios, a través de los favores y milagros por intercesión de JLH coadyuvarán en la celeridad del proceso. Soy testigo de su santidad, de sus proezas de montaña, y de su habilidad para plasmar en los lienzos los paisajes andinos de su juventud. Dios nos dé pronto un nuevo santo ecuatoriano, que sirva de ejemplo de santificación a muchos más. (O)

Luis Villacrés S., Guayaquil