Alberto Rigail Cedeño

Según las autoridades del Frente Social, cerca de 1’500.000 personas han salido de la pobreza en diez años. En efecto, Ecuador registró una tasa de pobreza por ingresos de 22,9% en el 2016 frente al 36,7% del 2007. Hay dos formas de medir la pobreza: por ingresos y multidimensional. Por ingresos –relacionada con la medida monetaria– y la multidimensional –que incluye educación; trabajo y seguridad social; hábitat, vivienda y ambiente sano; agua, salud y alimentación–. ¿Podemos hacer algo para acelerar el proceso de reducción de la pobreza? Hay alguna arista del problema que no hemos visto?

Según la psicología, ¡sí! La renombrada psicóloga de Stanford Carol Dweck ha descubierto que las personas tienen dos modos de pensar: el del crecimiento y el fijo o rígido. La capacidad humana de aprender de los errores y aprender nuevas cosas, de abrazar los defectos, perseverar y creer que un cambio es posible es la “mentalidad de crecimiento”, y asumir que “se es” o “no se es” bueno en algo y resistirse al cambio y a aprender cosas nuevas es la “mentalidad fija”.

Shawn Achor, otro psicólogo excepcional de Harvard, ha mostrado que cambiar la percepción de la realidad cambia la realidad. Según este investigador, es fantástico lo que una percepción optimista hace: tener confianza para asumir desafíos, tener una mirada positiva sobre el éxito actual y futuro, tener perseverancia en la búsqueda de los objetivos y en el esfuerzo hacia las metas. Los CEO que transforman sus empresas, los vendedores que superan sus presupuestos, los deportistas que rompen récords, los estudiantes que dan lo mejor de sí, los profesionales y trabajadores que crean riqueza están influenciados por una mentalidad de crecimiento y una mentalidad positiva.

Para ambos autores, la mentalidad es modificable. Si creamos un clima de confianza en el país y dentro de nuestras organizaciones, si conectamos a las personas con un propósito y una pasión y si eliminamos hábitos como resignarnos, quejarnos, victimizarnos y autocompadecernos y los reemplazamos por hábitos de responsabilidad y autocontrol, optimismo y gratitud.

Las políticas sociales activas y los programas compensatorios bien manejados son necesarios pero insuficientes; al Estado le será muy difícil tener los recursos suficientes si las personas no toman control de sus vidas y asumen su parte para el éxito.

Las nuevas tecnologías nos tienen a las puertas de una revolución exponencial que va a cambiar los negocios y el trabajo, dicen los analistas mundiales que perderemos miles de empleos, de hecho lo vemos con las escaramuzas por la presencia de UBER en el Ecuador, eso es solo la punta del iceberg de lo que se viene. Tendremos mayores posibilidades de surfear esta nueva ola si fomentamos los logros personales, si nuestro sistema educativo y el liderazgo promueven la creatividad, la libertad individual y hábitos para tener una mentalidad positiva y de crecimiento. Hay que continuar trabajando sobre el capital físico y social, pero lo más potente para el siglo que vivimos es trabajar sobre la mentalidad ya que la peor pobreza es una sociedad con una pobre mentalidad. (O)