El fiscal general de la República de Brasil presentó formalmente, ante el Congreso, una denuncia contra el presidente Michel Temer por cometer actos de corrupción.

Temer llegó a la presidencia tras la destitución de Dilma Rousseff, en cuyo período era el vicepresidente, y fue uno de los detractores de ella. Hoy el acusado es él, con una diferencia, el juicio de Rousseff fue político, como lo fue mucho antes el de Collor de Mello; en cambio, Temer es el primer presidente en la historia de Brasil que estando en funciones es acusado de un delito común: cobro de sobornos.

El presidente brasileño se ha defendido diciendo: “Nada nos destituirá ni a mí, ni a mis ministros”, ocho de los cuales también están siendo investigados por corrupción.

Paradójicamente, Temer espera que la salvación le venga de la amenaza de que los procesos políticos por corrupción podrían llegar también a muchos de los congresistas, por lo que lo mejor es hacer un frente común.

Es de destacar la entereza y el nivel profesional de la fiscalía brasileña y la independencia de la administración de justicia, que han demostrado que son requisitos indispensables si se quiere realmente exterminar la corrupción. (O)