La económica es una de las corrupciones. Se la facilita con una joven supresión de atribuciones de organismos de control, con una vieja educación sin valores. En Ecuador y en otros países la pequeña corrupción es adecuadamente conocida y castigada; la grande es ocultada y protegida. Se requiere intentar un nuevo corte de la raíz del mal.

¿Qué es la raíz, cómo cortarla? Expertos competentes y libres, sin ir a la raíz, señalan una acción pequeña, que –dicen– puede ser inmediata: restituir atribuciones a los organismos de control, “a manos” de ciudadanos libres.

Un perro salvaje no hace daño mientras está enjaulado; quitada la jaula, muerde. ¡Hay que domesticar al perro! La comparación es tosca, pero ayuda a comprender que no bastan coacciones externas.

Leyes y normas restrictivas y penales son transitoriamente efectivas; no suplen la necesidad de ir a la raíz, de ayudar a tomar conciencia de la siguiente realidad: el yo personal se realiza en interrelación con otros yos, dando y recibiendo en un ambiente que llamamos sociedad. Hay que educar, ante todo, con el ejemplo.

Educar es fundamentalmente ayudar a tomar conciencia: -¿Hay alguien más y algo más que yo? -¿Hay un mañana más allá de mi muerte?; si no hay, “comamos y bebamos (robemos) que mañana moriremos”; si hay, ¿cómo preparar hoy ese mañana? ¡Educando! El núcleo fundamental de la educación no es la metodología, sino la inserción en la comunidad con claridad de derechos y deberes.

Los obispos vascos escriben: “No basta con atacar la corrupción desde los estratos judiciales o los medios de comunicación; es necesario un proceso educativo, poniendo énfasis en los primeros años, buscando que una nueva racionalidad eduque más para la felicidad social y el éxito moral que para el éxito económico”.

La laicidad afirma con acierto que las realidades terrenas tienen una independencia interna; honran a Dios, realizando su identidad. El Laicismo prescinde de Dios.

El laicismo se ha empoderado en Ecuador, como un dogma laico; invita a actuar como si Dios no existiera. “Comamos y bebamos que mañana moriremos”.

La educación debe tener en cuenta que el ser humano no solo es un ser racional y social, sino también constitutivamente religioso, abierto a lo trascendente.

“La educación debe trascender los intereses políticos y responder a las necesidades de apoyo a los padres de familia”.

Según la Organización de las Naciones Unidas, los padres de familia tienen derecho a escoger una educación integral para sus hijos, de acuerdo a sus principios y convicciones. Gracias a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y a seglares abiertos a la integralidad del pensamiento, educadores y juristas (1999-2002), los tres poderes del Estado reconocieron, en un largo proceso, el prioritario derecho de los padres de familia de pedir la instrucción-educación religiosa, según su credo, en los establecimientos estatales, en los que preferentemente se educan los hijos de los pobres, que no pueden pagar pensión.

Acatando el dogma laicista, se suprimió una ley, estudiada y aprobada en las tres funciones del Estado, en favor de hijos de los pobres. ¡No la defendieron! (O)