La corrupción ha tomado cuerpo en el Ecuador. La creación de una comisión anticorrupción es una tomadura de pelo, está formada en su mayoría por personas afines al gobierno saliente. ¿Cómo se van a juzgar a sí mismos? Es una cortina de humo para que transcurra el tiempo, dar paso al olvido y no comprometer a nadie del gobierno anterior y actual. ¿Cómo esas personas vinculadas con el vicepresidente han recibido dinero sin tener puestos públicos que les hagan merecedores de ese beneficio (por citar así a las coimas)?

Se demuestra que el área estratégica no tuvo ningún control y se corrobora al sacar al vicepresidente de la referida área. Resulta muy difícil de creerle al expresar: “Qué lástima que en Perú lo hayan soltado a este señor (Pareja Cordero), en lugar de extraditarlo...”. Se trata de alguien que, traído al país, soltaría secretos a voces, pero como estamos atados a todas las autoridades de justicia nombradas por el expresidente, comenzando por el fiscal general de la Nación, seguirá el secretismo.

Hay que insistir en pedir la renuncia a los vocales y hasta la desaparición del Consejo de Participación Ciudadana; se cree que incumplió sus principales atribuciones constitucionales de luchar contra la corrupción. Y la supuesta implicación del excontralor, electo por el CPC, de haber actuado con total transparencia, no seríamos el sexto país donde más se infló el valor de los contratos con Odebrecht por $ 553’000.000 de sobreprecio y todas las obras fueron adjudicadas en el anterior gobierno. Es de preguntarse: ¿hasta cuándo, padre Almeida? (O)

Fernando Enrique Guzmán Martínez, ingeniero comercial, Guayaquil