Esta es la exclamación del delincuente de baja estofa cuando es sorprendido en sus fechorías. Pero cuando el pícaro es de alto perfil, y deambula en política, generalmente por impropia ambición delictiva, pues, esta nueva “élite”, perfeccionada hace una década, ha esgrimido burdos descargos de los ilícitos que han cometido, ahora se justifican pregonando: “linchamiento mediático”, “error de buena fe”, “acuerdo entre privados”, etc.

Indigna ver tanta impunidad, porque pese a las pruebas o claros indicios, todavía hay ingenuos (¿o serán cómplices y encubridores?) que creen en la inocencia de esta enorme turba de mafiosos que nos han gobernado.

Es tan obvio el problema, y de tal magnitud, que los aliados han creado un Frente de transparencia, que tendrá como función diagnosticar el problema de la corrupción, y provocar recomendaciones. En lugar de tanto devaneo, los afanosos nuevos moralistas deberían entender que lo único que se requiere es respetar la Constitución y las leyes, como la Ley de Contratación Pública, y nombrar jueces y personal para los entes de control a personas independientes al partido gobernante, honestas, capaces y decididas, y no a los entrañables “compañeritos”. (O)

Fabián Chacón Cobo, Quito