Marcado por las recordaciones de la revolución rusa de 1917, que tanto incidió para bien y para mal en el siglo XX, el presente año nos permitirá conocer variados puntos de vista sobre los efectos de aquel acontecimiento repleto de tragedia, como la de Alekséi Feodósievich Vangengheim, un científico cuya especialidad eran las nubes: en 1929 fue el primer director del Servicio Hidrometeorológico de la Unión Soviética y en 1930 creó la Oficina del Tiempo, en la que elaboró un catastro de los vientos, pues era imperativo que el proletariado revolucionario dominara las fuerzas de la naturaleza: “también en el cielo se edificaba el socialismo”.

Hijo de un noble y hermano de un emigrado, Vangengheim era miembro del Partido Comunista y tenía una carrera muy promisoria, pues los estudios de las nubes definían la agricultura socialista. En enero de 1934, acusado de organizar y dirigir labores de sabotaje contrarrevolucionario, fue detenido y deportado a las islas Solovki, el primer campo gulag (estos campos fueron consecuencia del leninismo). Todos los ciudadanos soviéticos en esta época eran muertos vivientes: afirmar de alguien que se había olvidado de citar a Lenin y a Stalin, incluso en un informe meteorológico, podía causar la muerte.

Condenado a diez años de reeducación por el trabajo, Vangengheim está convencido de que su extraña situación se debe a un error nefasto y por eso le escribe a Stalin muchas veces, sin obtener respuesta. Sus compañeros presos son personas notables: obispos, traductores, filósofos, matemáticos, físicos, químicos, músicos, ingenieros, médicos. Las cartas para Eleonora, su hija de 4 años, son conmovedores relatos de un padre que le enseña a su pequeña sobre plantas, flores y animales, valiéndose de dibujos que pintaba en la parte baja de la carta, a fin de que Varvara, su esposa, pudiera doblarlas y recortarlas para dárselas a la niña.

En el año funesto de 1937 es condenado de nuevo a diez años más sin derecho de correspondencia. Desde entonces ya nadie sabe nada del meteorólogo, quien será asesinado en 1937. Durante dieciséis meses, 750 mil personas serán fusiladas (1.600 ejecuciones diarias en los últimos cinco meses de 1937) y 750 mil más enviadas a campos de concentración. Vangengheim recibe un tiro en la nuca y lo arrojan en una fosa común. En 1956, cuando supuestamente se restablece la ‘legalidad socialista’, se anula la instrucción en su contra por falta de pruebas y es rehabilitado póstumamente. Pero su familia nunca supo cuándo ni dónde había muerto.

Varvara se entera de que su marido ha sido condenado a muerte y, a la vez, de que es inocente. El escritor y periodista Olivier Rolin cuenta esta dolorosa historia en El meteorólogo (Barcelona, Libros del Asteroide, 2017), un libro que subraya la política demente de Stalin y que muestra las consecuencias de un caso de denegación extrema de la justicia. La construcción del socialismo también se sostuvo en miles de mentiras y en millones de muertes; para Rolin, fue “una política asesina”. La pequeña Eleonora –que heredó de su madre 168 cartas– se hizo paleontóloga y nunca se casó ni celebró su cumpleaños. Se suicidó en 2011. (O)