La experiencia mundial nos muestra la estrecha asociación entre modernizaciones aceleradas y regímenes despóticos con liderazgos autoritarios. También en la historia existe otra asociación entre la sostenibilidad de procesos de desarrollo sostenibles y sustentables –con duración en el tiempo– y democracia. Evidentemente nuestro país es de los primeros.

La pregunta del momento actual podría ser: ¿podrá Ecuador corregir su rumbo y convertir a la modernización en desarrollo y al autoritarismo en democracia? ¿Existe posibilidad de cambio de la modernización asentada en el gasto público? ¿Y del autoritarismo basado en un clientelismo de nuevo tipo, una organización cerrada de la institucionalidad y un liderazgo autoritario hacia la democracia? Los ciudadanos debemos, como en la psicología personal, otorgar el derecho al cambio. Pero también conocer las limitaciones.

La primera afirmación ligera fue que con la elección recién pasada se habría cerrado un ciclo y se anunciaba el fin del correísmo. Pues bien, Alianza PAIS ganó las elecciones, lo que les permitió organizar el gobierno. Cierto es que arrancó con una muy pobre legitimidad y dispone de una opaca expectativa para crear y reproducir la legitimidad de gestión. Nos preguntamos ¿cuál es el diseño político del régimen para lograr el arreglo de rumbo, si fuere posible? Lo único cierto, es que no se sabe. ¿Y saben qué? Los ecuatorianos no debemos volver a confiar a ciegas.

El correísmo no solo fue/es el comando del régimen por Correa. Consiste en la articulación entre un modelo de desarrollo y una organización de la institucionalidad. Que no ha cambiado. Más aún, en los últimos días se le ha sobrepuesto un catalizador de reacciones de todo tipo. La corrupción, sabida pero no refrendada. Para el Gobierno va a ser muy difícil salir de esta fusión de conflictos: baja legitimidad de arranque, muy inquietante situación económica (endeudamiento y pagos chutos), notable reducción del espacio internacional y una guerra política muy compleja en sus entrañas.

La “cirugía mayor” fue el resumen comunicacional. Sin embargo, en la realidad, la utilización de una “cirugía mayor” para la autooperación del paciente puede ser letal. Puede tocar a los puntales del llamado proyecto político. Puntales que sostenían una estructura inexistente en periodos no electorales y que seguramente no existirá en periodos de restricciones. Más aún, sin el “milagroso” (el que vende en los pueblos pomadas de cobra contra la cistitis) que trate de convencernos de que lo que vemos y sentimos no es cierto. Pero, aun sin este personaje, el régimen no puede no hacerlo. Por ejemplo, evitar un juicio político al vicepresidente. Porque apadrinan a la evidencia o mueren con ella. Se independizan y purgan de su pasado o agudizan los conflictos, que incluye a su propia existencia.

Ante aquellas situaciones el médico y a la vez paciente cuenta con escasas probabilidades. Pero, además del espíritu santo, debe tener como aliado terrenal a una incontrastable transparencia. Hacia adelante. Y hacia atrás. En América Latina deberemos ver a lo que pasa en Brasil como un espejo deformado. Pero espejo al fin.

Los agentes de la corrupción identificados deberán defenderse de la mejor manera. Tendrán argumentos en positivo en relación a las causas y argumentos en negativo en relación con otras situaciones en las que pudieran convertirse en acusadores. ¿Serán capaces? ¿Temprano para presionar a terceros? ¿Tarde para medir los alcances de esta conversión a acusado/acusador?

Los restantes funcionarios, muchos de los cuales no tuvieron acceso a la corrupción elefantiásica deberán decirnos/mostrarnos a los ecuatorianos, a todos los ecuatorianos, que no formaron parte de ningún eslabón de la corrupción investigada. Ni de ningún otro nivel en que pudo haber corrupción. Esta solicitud no es jurídica –que podría contradecir a la presunción de inocencia -sino que es una demanda política y moral de control social–. La complicidad no puede extenderse ad infinitum. Incluso la corrupción pasada puede atenuarse contribuyendo a evitar la corrupción futura. Contribuyendo para que la justicia sancione.

Interesan especialmente los funcionarios que habiendo sido burócratas del gobierno anterior, lo son también en el actual. No solamente por una sospecha de la opinión pública –justificada y espontánea por cierto– sino porque en nuestra cultura política interesa fundamentalmente quien es el agente de la justicia o injusticia, como en este caso. Y también los gestos de arrepentimiento.

Alianza PAIS tiene complicaciones. Porque ganó las elecciones evadiendo la presentación de los datos concretos de los casos Odebrecht, entre otros. No se debe hacer política-ficción. Pero quienes pusieron los tiempos jurídicos indudablemente no quisieron influenciar en el caso ecuatoriano. Intención fallida pues apoyaron indirectamente al resultado. Algún día conoceremos el rol de las justicias norteamericanas y brasilera, de Itamarati y del Departamento de Estado. Pero evitemos entrar a ese espacio.

En primer plano, vemos a Alianza PAIS sin definir camino para las cuentas internas. ¿Será que si el principal acusado resulta ser el líder del grupo Guayaquil, quiere decir que todo ese grupo será arrastrado por el camino de la estigma pública? ¿Cómo pueden liberarse de este efecto de contaminación real y mediática? ¿Qué pasa con los restantes grupos de esa confederación que es Alianza PAIS? ¿Los grupos de la Sierra con otros enlaces sociales?

En primer plano, vemos a Alianza PAIS sin definir camino para las cuentas internas. ¿Será qué si el principal acusado resulta ser el líder del grupo Guayaquil, quiere decir que todo ese grupo será arrastrado por el camino de la estigma pública? ¿Cómo pueden liberarse de este efecto de contaminación real y mediática?

Este es un tema trascendente. Porque el único caso de pertenencia público-privada o estatal-social, como quiera llamárselo, son los partidos. Deben tener autonomía decisional, por lo cual son societales, privados y autónomos. Pero en la medida en que apelan políticamente al consenso de los ciudadanos son públicos, responsables y tienen como referencia al Estado. Entonces, qué hará Alianza PAIS –los diversos estamentos de ese partido– para depurarse. En la realidad. Sin maniobras deleznables.

El olor de la corrupción pública ha terminado por ocupar a las sensaciones que apenas empezaban a configurarse en la ciudadanía. Indudablemente Correa generó una sensación de ausencia (un padre autoritario y además ausente puede ser una catástrofe). Y también la de alivio de su ausencia, con la necesidad de aprender a manejar la libertad. Hay que reconocer en Correa un estupendo manejo de la perversidad: introdujo la sensación de control mediante presencias o ausencias).

Pero no me preocupan nuestros vacíos, los de la sociedad ecuatoriana. No es la primera que debe, a base de sus propios recursos y parada en sus propios pies, construir una base que supla libertariamente a la invasión de la modernización controlada. No lo ha hecho bien en el pasado, lo que no implica que sí pueda hacerlo bien en el futuro.

Me preocupa que la modernización controlada pronto se mostrará como una modernización fallida. El tema va más allá del estilo. Es de estilo de desarrollo. El derrumbamiento de la modernización fallida deberá ser repuesto por otras sensaciones. Creadas por la política real y no por ficciones mediáticas. Se nos avecina el pobre final para un proceso que costó al Ecuador la mejor oportunidad de los últimos 50 años. (O)