No sé si a ustedes les pasó, pero a mi marido y a mí nos nacieron dos hijas horrorosas que nos cambiaron la vida, nos enseñaron a pensar y sobre todo a darnos cuenta de que casi nunca tenemos la razón (bueno, no a mi marido que dice que no es perfecto pero nunca se equivoca). Ellas llegaron con una curiosidad desmedida y sin capacidad para aceptar las cosas que no entienden; llegaron a cuestionarlo todo, a preguntar hasta las cosas más increíbles. Recuerdo que mi hija mayor, Carolina, a sus tres años preguntaba quién perseguía a la Virgen María y de qué peligro tenía que salvarla Dios. María Paz, por su parte, jamás aceptó una respuesta a medias, un no porque no, o porque lo digo yo que soy tu mamá. ¡Nada que ver!

Fue así, con este par de monstruos preguntones, que fuimos creciendo, fuimos haciéndonos familia, aceptando los cambios y abriendo la mente a nuevas modas, dichos, comidas, música, películas, etc. Aprendimos, gracias a ellas, a buscar opciones convenientes porque las prohibiciones solo nos traían problemas. Juntos negociamos tantos permisos, tantas canciones estridentes que nos parecían horrendas; y, tantas modas que yo veía ridículas.

Me ha sorprendido leer que se pretende prohibir el reguetón. No defenderé su valor estético porque me parece horrendo, pero cada quien tiene derecho a oír la música que le haga feliz, si esa es el reguetón, ni modo. Creo que lo más importante no es prohibir sino averiguar por qué la gente, y en especial a niños muy chicos, gusta de esta música, y sobre todo dar opciones, mejorar la educación musical en los colegios. Hay bellísimos programas de iniciación musical, ¿por qué no incorporarlos al pénsum de las escuelas y colegios? Probablemente la gente que oye esos ritmos no ha tenido la oportunidad de escuchar algo distinto, tal vez sea el momento de incorporar una real educación artística, de buscar opciones y no simplemente de prohibir. ¡Ministerios de Cultura y de Educación, a atender!, (como decían en las viejas tiendas de barrio).

Lo mismo pienso respecto a la ley que pretende penalizar el odio en las redes sociales. ¿Qué es el odio? En una época en que nos hemos olvidado hasta de reír, en la que tienen que explicarnos los chistes, cualquier persona puede ser catalogada como odiador. Mi psicoanalista decía que el odio es la otra cara del amor, pero que son la misma moneda. El bolero dice que tan solo se odia lo querido. El filósofo francés Compe Sponville dice que todo odio, incluso el justificado, es injusto. Lo medular radica en quién decide qué es y qué no es odio.

Nuevamente, las autoridades deben cuestionarse qué cosas generan sentimientos negativos en las personas y buscar opciones para eliminarlos. ¿Cuáles son los motivos por los que perdemos la cabeza de la furia y nos enojan hasta hacernos insultar, romper cosas o descalificar a los otros? Al igual que la música, tal vez no sea demasiado tarde para incluir entre las asignaturas principales y los deberes de todos, el respeto, la tolerancia y sobre todo el buen humor que tanta falta nos hace. (O)