La conocida frase “necesito una copa”, es muy frecuente en las películas, es un cliché emocional para decir que el personaje bebe para ahogar sus penas o confesar algo que le atormenta. Pero eso procede de la vida misma. Es lo primero que dicen ciertos padres de familia cuando regresan al hogar. Pueden ser irrelevantes cuando se pronuncian de forma esporádica, pero no cuando su uso es muy frecuente. En este segundo caso expresan la necesidad de beber para salir momentáneamente de la ansiedad y sentirse bien, aún a costa de no saludar a la familia…

Perduran todavía dos posturas extremas y opuestas sobre el consumo de alcohol. Platón afirmó que los chicos deberían abstenerse de bebidas alcohólicas hasta la edad de 18 años, dado que no es bueno echar aceite al fuego. En cambio, para lord Byron, el alcohol cura todos los males: “El vino consuela a los tristes, rejuvenece a los viejos, inspira a los jóvenes y alivia a los deprimidos del peso de sus preocupaciones”. Es posible que la ironía de los humoristas sirva para que algunos bebedores compulsivos reflexionen.

Un ejemplo: “El ron más hielo daña el hígado; el vodka más hielo daña el riñón; el whisky más hielo daña el corazón; la cerveza más hielo daña el cerebro. Conclusión: ¡Cuánto daño hace el hielo!”. La frase “necesito una copa” ya no es exclusiva de los adultos; actualmente la utilizan muchos adolescentes y jóvenes y en algunos casos por imitación de sus padres. Se han dejado convencer por el mito de que las copas nos hacen más ocurrentes, optimistas y alegres.

La verdad es otra: el alcohol es un depresivo; tras la breve euforia inicial llega un bajón y se traba la lengua. Cuidado.(O)

Jesús Domingo Martínez,
Girona, España