Frente a los nuevos aires que se respiran, un ambiente de optimismo moderado parece instalarse en los barrios y en los contextos donde vivo. Al margen de los sesudos análisis de discursos, gestos y contextos, planes esbozados y temas no abordados, en el presente inmediato una cierta liviandad recorre las conversaciones y comentarios. Es como haber recuperado la libertad de la palabra.

En la costa acompañó, este fin de semana, un tiempo benévolo.

Fui a conocer la playa Varadero, en Playas de Posorja. Un descubrimiento, bellísima, tranquila, no había nadie con parlantes, acogedora, con excelentes “huecas” y huequitas. No tiene nada que envidiar a playas europeas famosas.

Al regresar encontré en casa el regalo de un libro actual: El séptimo Rafael. Lo leí con fruición, más me parecía una novela que una biografía, excelentemente escrito, con un ritmo ágil y trepidante como el personaje que investiga, altamente recomendado, si además están dispuestos a descubrir facetas desconocidas sin juicios ni prejuicios. Y hurgar en las motivaciones que mueven al personaje. Y comprender cómo las personas pueden construir poder agrupando, dispersando, premiando, manipulando y rechazando y terminan enredadas en los potentes hilos de la telaraña que aparentemente corroe lo que toca si no se tienen claros el cómo, el dónde y el porqué, el fin y los medios.

En su discurso el presidente entrante, Lenín Moreno, habló de nuestras relaciones con todo lo que existe y lo que en realidad somos, parte ínfima del cosmos. Esas afirmaciones no parecen estar muy a tono con lo que se supone debe ser un discurso político que debe informar cómo va a llevar a cabo los programas que propone, hará frente a la crisis económica y ética que atravesamos, cómo tendremos una justicia independiente.

Sin embargo, enfrentarnos con la pequeñez y la grandeza de nuestros alcances pone un marco limitante a los sueños imperiales y al quehacer político, tan importante como fugaz y trascendente para los millones de personas que se verán impactados por lo que se haga, no se haga y cómo se haga.

En su discurso reciente en Harvard el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg , que por fin se gradúa en esa Universidad luego de haberla abandonado para inventar lo que ahora acompaña a millones de seres humanos, dijo que el gran reto de esta generación es crear un mundo en el que todos tengan una motivación, pensar que formamos parte de algo más grande, que somos necesarios, que tenemos un objetivo por el que trabajar. Que debemos asumir juntos grandes proyectos relevantes, redefiniendo la igualdad de oportunidades para tener la libertad de que cada uno elija aquello que de verdad importa, lo que da sentido a su vida, e ir creando una comunidad mundial que la tecnología hace cada vez más cercana, pero a la vez aísla del que está al lado.

El nuevo presidente ha propuesto algunos cambios, pero dependerá de todos el que estos se hagan realidad, no debemos aportar solo la sonrisa y el buen humor, deberemos aportar también la austeridad y el trabajo, la defensa de los derechos humanos, no dejar que nos roben el capital de los ecuatorianos en la corrupción de Odebrecht y afines o en obras faraónicas que alimentan el ego y estropean el paisaje y hacen agua por todas partes.

El feriado me aportó hermosas playas, buenos libros y algunas reflexiones. (O)