La palabra diálogo se ha pronunciado muchas veces en los actos políticos de los últimos días. La usó el presidente Moreno que, además, se definió a sí mismo como un conversador que busca conclusiones. La empleó también el presidente de la Legislatura, que dijo que en democracia se debe erradicar la negociación y que en la Asamblea los asuntos se deben tratar a partir del debate y el diálogo.

Para entendernos y saber qué debemos esperar después de estas declaraciones es importante que conozcamos que esas palabras tienen varias acepciones y que dejemos claro cuál de ellas es la que los ecuatorianos queremos ver en las relaciones de los actores políticos entre sí y con la ciudadanía.

Diálogo es una “plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas y afectos”, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE), en su primera acepción, es decir, personas que expresan su criterio respecto a algo y que pueden emplear en eso mucho tiempo, sin que ese diálogo suponga ningún cambio, acuerdo o conclusión. Es lo que comúnmente llamamos “diálogo de sordos”, de gente que no se escucha.

Pero diálogo es, también según la RAE, tercera acepción, “discusión o trato en busca de avenencia”, entendemos que este es el diálogo que necesitamos.

Ahora bien, se ha dicho que se erradicará la negociación y esto sería aplaudido por la ciudadanía, si hablamos de la primera acepción de la palabra: “Tratar y comerciar, comprando y vendiendo o cambiando géneros, mercancías o valores para aumentar el caudal”. ¿Y por qué el aplauso? Porque las leyes, los proyectos y planes de gobierno y desarrollo deben tener por objeto el bien común y por sujeto a los seres humanos, que ni se compran, ni se venden cuando la conciencia ética bien formada está en la base de las decisiones y de los comportamientos. La experiencia nos hace recordar al “hombre del maletín” y a inescrupulosos políticos que compraron y vendieron las posibilidades de bienestar y desarrollo de los millones de ciudadanos que habitamos en el país. Si se trata de erradicar esto, claro que sí, aplausos.

Pero cuidado, que la segunda acepción de la palabra es: “Tratar asuntos públicos o privados procurando su mejor logro” y esto no solo no debe ser erradicado, sino que debe ser cultivado. A quienes sus funciones les exigen tomar decisiones que influirán en la vida colectiva les corresponde tratar el tema, cuanto sea necesario hasta lograr lo mejor.

Quizás usted, amable lector, se está preguntando si me confundí de columna, ya que esto debería estar en la Esquina del idioma, pero, en este caso, el objetivo es otro. Se trata de que todos entendamos lo mismo cuando hablamos de negociación y diálogo, en temas políticos, porque ¿qué tal si se practica el “diálogo de sordos” y se erradica la negociación en su segunda acepción? Significaría que nuevamente las decisiones políticas las toma quien envía al hombre del maletín. Como lo que se desprende de lo dicho, como compromiso, por las dos autoridades mencionadas al principio de estas letras, es que queremos diálogos con resultados hasta lograr las mejores decisiones, sería bueno que periódicamente sometamos al control del diccionario de la Academia sus acciones y las de sus colaboradores. (O)